El 2024 “no va ser fácil para la economía mexicana”, se prevé que el crecimiento se desacelere debido a factores externos como el curso de la actividad en Estados Unidos y la política monetaria de ese país; así como internos, entre los que el proceso electoral no tendrá un impacto significativo, expuso Sebastián Vergara, oficial de Asuntos Económicos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas.

Si bien los procesos electorales suelen generar volatilidad, “ tiene una que funciona muy bien”, así que la incertidumbre “está muy acotada”, explicó durante la presentación del Informe de la Situación y Perspectivas de la Economía Mundial. En cambio, una menor inversión, luego del repunte que se vivió en 2023, acompañada de los movimientos en la economía de Estados Unidos y decisiones de política monetaria de la Reserva Federal son riesgos de mayor calado para el menor crecimiento, abundó.

De acuerdo con las proyecciones de Naciones Unidas, la economía mexicana crecerá 2.3 por ciento en 2024, luego de haberlo hecho a una tasa de 3.5 por ciento el año pasado. La desaceleración se explica por la reducción en el crecimiento de Estados Unidos y una demanda agregada moderada, en particular la inversión, tras una sólida expansión en 2023, resume el informe.

En lugar y momento correctos

Agregó que México está en una posición “muy privilegiada” para beneficiarse de la relocalización de empresas transnacionales y las cadenas de suministro, también conocida por el anglicismo nearshoring. Entre las “bastantes ventajas” que tiene el país se encuentran su ubicación geográfica, la estabilidad en las reglas de juego, así como el cúmulo de tratados de libre comercio que le dan acceso al mercado, detalló.

Así que en este punto, consideró Vergara, el país “ha ido avanzando en la dirección adecuada” con miras al desarrollo de una política industrial, pero aún se requiere la mejora continua de infraestructura, de puertos, logística, aduanas; y en la bisagra de la relocalización de cadenas de suministro también está el desafío de que las actividades de las transnacionales se incorporen de manera “más profunda” con la economía doméstica.

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