La señal que lanzó el de con el repliegue en Culiacán, no abona a la narrativa de un país donde impere el Estado de derecho. Salvó vidas, sin duda, falta saber a qué costo. Rescato la autocrítica de algunos actores de la autollamada 4T que reconocen errores en el operativo. Preocupa que el líder siga creyendo que «vamos muy bien» y que asuma cualquier insinuación de que no es así como crítica opositora. ¿Para qué quiere una Guardia Nacional si con el argumento del mal menor, no la va a usar? Otorgar patente de corso a los narcos para que trabajen para el país, seguramente también salvará vidas.

Vivimos una paradoja. El Presidente y el gobierno federal se equivocan de enemigos. Por un lado, son suaves con los criminales y les hacen exhortaciones morales que son motivo de burla popular en varios sectores de la población, y por otro lado se muestran amenazantes, implacables contra las empresas y los empresarios vía una fiscal que equipara ciertos delitos fiscales con la delincuencia organizada, sin mediar juicio de por medio. Cualquier narcotraficante tiene derecho a un juicio justo antes de ser condenado, un empresario que haya cometido fraude con facturas falsas, no.

Aplaudo el objetivo de incrementar la y disminuir o erradicar la defraudación fiscal, me cuesta trabajo creer que la batería legal del Estado se apunte con prepotencia contra quienes arriesgan su patrimonio para crear empresas que producen fuentes de trabajo y en muchos casos tienen iniciativas sociales que contribuyen a una mejor sociedad y desarrollo económico. ¿Qué hay de la inmensa mayoría que vive bajo el cobijo de la informal? ¿Por qué el Estado parece sólo ver a los contribuyentes cautivos?

Todo grupo social opera con un sistema de incentivos y consecuencias, algunos del orden natural (toco un cable, sin aislamiento, cargado de corriente eléctrica, recibo una descarga; no es negociable), otros salidos de la mente del ser humano para una mejor convivencia (Yuval Noah Harari las identifica como creaciones ficticias, es decir, son narrativas ajenas al orden natural) como el concepto de nación, el Estado, la ley, la religión. Estos incentivos y consecuencias forman un gran marco de actuación para las personas, donde el Estado tiene como primerísima función la de sus ciudadanos, y estos a cambio deben contribuir para que el Estado tenga los recursos necesarios.

Cuando los incentivos y las consecuencias se invierten, el Estado tiende a tener más de lo que no quiere y menos de lo que sí quiere. Al lanzar una señal al mundo de que en México se imponen los criminales (y la consecuencia que reciben es un «¡fuchi, guácala!») la inversión extranjera y el turismo no tienen incentivos para venir. Al ponerles la pistola del SAT en la sien a los empresarios, no se tienen los incentivos para abrir más empresas y generar más fuentes de trabajo. Por otro lado, los grupos criminales tienen ahora más incentivos para seguir delinquiendo, y quienes están en la economía informal tienen más incentivos para seguir ahí, sin pagar .

Necesitamos cambiar las condiciones de vida de muchos mexicanos para evitar estos incentivos: «Tus lágrimas seca, muchacho, / pronto vas a acostumbrarte. / Tus manos están temblando/ como cualquier principiante. / Las calles han sido tu escuela / y el vandalismo tu vida. / Pasaste hambres y tristezas, / la mafia ahora es tu familia». (Fragmento, El niño sicario, Calibre 50).

Imagino un pacto nacional por la legalidad y el progreso para cerrar filas con el presidente López Obrador, donde éste reconoce que necesita escuchar a expertos que hoy desprecia (algunos incluso correligionarios) y promueve cambios legales para que los incentivos estén a favor de que haya más empresarios y empresas, se trabaje en mancuerna para conseguir sus metas de los programas sociales de la mano de Empresas Socialmente Responsables y generamos un círculo virtuoso de empleo y desarrollo económico con mejor distribución de la riqueza. Para que esto suceda, el Presidente y su gobierno deben dejar de ver enemigos donde pueden tener aliados.

«Plebes que siguen mis pasos, / voy a darles un consejo. / Valoren familia y trabajo, / sean hombres de provecho». (Op. cit.).

@eduardo_caccia

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