• La dependencia del grano llegó al 50 por ciento del consumo en 2024
  • Protección del nativo, un objetivo valioso pero insuficiente
  • Deben existir que enfrenten los problemas estructurales del sector agrícola

La dependencia en la importación de maíz, representa aproximadamente el 50 por ciento del grano que se consume en ya que en el 2024 las importaciones se estiman que ascendieron a casi 24 millones de toneladas, lo que impide avanzar en la soberanía alimentaria en nuestro país, aseguró César Ocaña Romo, director de la consultora NexusAgronegocios.

En entrevista, el especialista en análisis agroalimentario señaló que la Iniciativa de Decreto Constitucional en materia de “conservación y protección de los maíces nativos” tiene un objetivo valioso, pero no puede ser una estrategia aislada.

Según expectativas de producción de 2024, del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), con cifras preliminares, se estableció una producción total de 23 millones 586 mil toneladas de maíz (20 millones, 594 mil toneladas de grano blanco y 2 millones 922 mil de amarillo), mientras que las compras al extranjero fueron de entre 23 millones 600 mil toneladas y 24 millones de toneladas.

Ocaña Romo, resaltó que pese a que la iniciativa de Decreto constitucional busca preservar la diversidad genética y refuerza la narrativa de soberanía alimentaria, en la práctica no modifica el status quo: la siembra de maíz transgénico ya estaba prohibida, y las importaciones de maíz amarillo transgénico, indispensables para la producción pecuaria, permanecen intactas.

Lo anterior, dijo, evidencia una desconexión entre las políticas públicas y los desafíos estructurales del mexicano.  La iniciativa, loable en términos de conservación, no aborda otros problemas fundamentales como la dependencia de importaciones, que representa aproximadamente el 50% del maíz consumido en México, o la falta de acceso a tecnologías agrícolas que permitan a los productores ser competitivos frente a mercados internacionales.

“Sin medidas de apoyo económico, incentivos para la producción local ni estrategias de seguridad en regiones agrícolas, el simbolismo de la reforma se diluye en las necesidades prácticas de los agricultores” señaló el experto agropecuario.

“En Sinaloa, uno de los mayores productores de maíz, la violencia e inseguridad son problemas recurrentes que afectan directamente a los agricultores. Sin garantías de seguridad, los altos costos de producción y la falta de acceso a biotecnología mantienen en desventaja a los pequeños y grandes productores. No tiene sentido proteger el maíz nativo si los agricultores están desprotegidos frente a la violencia y la pobreza”, expresó Ocaña Romo.

César Ocaña agregó que, sin acceso a las nuevas tecnologías, los productores enfrentan costos más altos y menor . Aunque la iniciativa parece diseñada para proteger a los pequeños agricultores, sin subsidios adecuados ni apoyo tecnológico, los problemas de baja productividad y pobreza persistirán.

Cabe recordar que México perdió recientemente el Panel de controversia del T-MEC sobre la prohibición del consumo humano directo de maíz genéticamente modificado, argumentando un presunto impacto en la salud humana que no pudo acreditar, siendo el 13 de febrero la fecha límite para derogar esta prohibición.

El Director de la Consultora NexusAgronegocios, añadió; “El sector agropecuario mexicano requiere políticas integrales más ambiciosas que vayan más allá de lo simbólico. Se deben priorizar la seguridad en las regiones productoras, sin ello el campo no puede prosperar; los agricultores necesitan acceso a biotecnología y mejores prácticas para competir globalmente y fundamental es el evitar tensiones con socios como , garantizando que las políticas públicas sean pragmáticas y sostenibles.”

El regreso de añade presión sobre las decisiones agropecuarias de México, desde la inseguridad hasta las tensiones comerciales. Esto subraya la urgencia de equilibrar soberanía alimentaria con pragmatismo y estabilidad interna.

La protección del maíz nativo no debe quedarse en un gesto simbólico. Es el momento de transformar las palabras en acción, de trabajar juntos en una visión agrícola que honre nuestra tradición y fortalezca al campo mexicano frente a los globales del siglo XXI. El campo mexicano necesita más que narrativas: necesita resultados concretos, concluyó César Ocaña.

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