La construcción de una sólida es una aspiración entre , instituciones, gobiernos, países, ciudades, eventos e individuos. Una cultura define la identidad y los valores compartidos, crea un sentido de pertenencia y orienta el comportamiento y las decisiones. Sin embargo, consolidar una cultura distintiva no es una tarea sencilla; requiere una comprensión profunda de los valores fundamentales, una comunicación efectiva y una implementación coherente en todos los niveles. Este proceso demanda tiempo, esfuerzo y una estrategia bien definida para asegurar que la cultura deseada se arraigue, prospere e inspire comportamientos.

Un ejemplo emblemático de construcción cultural es el , ritual moderno que invita a ver más allá del juego. Una mirada profunda revela su estructura simbólica y la dimensión vital que tiene en la vida estadounidense. El resultado del partido es anecdótico; lo fundamental es la celebración del mito colectivo.

La cultura de tiene un elevado componente territorial (de ahí la alta sensibilidad a la propiedad privada, la frontera y la ilegal), y un componente militar (las muestras de poder y disciplina). Ambos elementos están presentes en un simulacro de guerra, donde hay estrategia, avance territorial, formación de escuadrones, defensa y ataque; donde los jugadores, ataviados con cascos y hombreras, emulan a los soldados y actúan bajo el comando de un mariscal de campo que orquesta la ofensiva terrestre o aérea. El partido final de la temporada es una expresión no solo deportiva, sino también cultural. El Super Bowl es una narrativa patriótica, es la puesta en escena de un gran que refuerza la identidad nacional y el orgullo estadounidense.

La ceremonia inicia con una apología al país, a través de símbolos que lo sostienen. Las barras y las estrellas llenan el terreno, el reconocimiento a los veteranos de guerra, el saludo a destacamentos militares en otras partes del mundo, la intervención de una figura del espectáculo para cantar el himno, cuya última nota se funde con el estruendo ensordecedor de una formación impecable de aviones militares que cruzan el estadio, provocando la euforia compartida del público asistente y de millones a través de las pantallas, en uno de los eventos con mayor audiencia televisiva.

Más allá de la épica del juego y la exaltación patriótica, el evento es un «performance» de la cultura norteamericana y una enorme vitrina comercial (circunstancia compartida con casi todos los deportes profesionales que tienen impacto internacional), en la que los anuncios son parte de la expectativa. Lo que empezó como la final de un campeonato se ha visto superado por el espectáculo, hasta convertirse en una experiencia que paraliza el país e invita a millones a consumir guacamole.

Se trata de un drama ritualizado. Es un acontecimiento social, cultural y económico. Una tradición, una narrativa que alienta la unidad nacional y contribuye a la construcción de una identidad colectiva, donde los polos se enfrentan en una extensión del bipartidismo: así como en la política demócratas y republicanos se disputan el , sobre el emparrillado se enfrenta la Conferencia Nacional contra la Conferencia Americana. El ganador tendrá un anillo. Algo sabía Tolkien de símbolos de poder.

Las narrativas se cimentan con arquetipos. El Super Bowl tiene varios. El Héroe, representado por los jugadores y las Fuerzas Armadas. El Sabio, caracterizado por los entrenadores, veteranos y analistas. El Amante, que vive en la pasión y lealtad de los aficionados, como en las actuaciones artísticas del medio tiempo. El Gobernante, que se manifiesta en las instituciones que regulan el evento, en los réferis encargados de aplicar las reglas, y en el propio aparato militar.

¿Qué puede aprender una empresa, un país o una institución de este fenómeno? Que una cultura no se impone, se construye con símbolos, rituales y narrativas poderosas. Que no basta con organizar un evento; hay que dotarlo de significado. El Super Bowl no es grande porque la NFL lo diga, es grande porque millones de personas lo han convertido en un rito anual, en una tradición que trasciende el deporte.

Cuando el juego termina, un equipo gana, otro pierde. Pero el verdadero vencedor es el relato.

@eduardo_caccia

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