En la cadena casi ininterrumpida de ataques contra la comunidad latina y en particular la inmigrante por parte de esta administración presidencial, figura prominentemente el anuncio del Departamento de Salud y Servicios Humanos encabezado por Bobby Kennedy de impedir que los indocumentados se inscriban en Head Start, catalogando su uso como un beneficio público federal.

Se trata de un programa de educación preescolar para niños y niñas en jardín de infantes, controlado por la Administración para Niños y Familias, que ayuda en todo el país a familias pobres y que financia el gobierno federal.

Es imposible saber cuántos niños expulsarán de Head Start, porque jamás pidieron documentación migratoria como requisito para registrarse, por lo que no tienen ese número disponible.

Adicionalmente, las secretarías de Educación, Agricultura y Trabajo expulsarán de programas de educación profesional, técnica y para mayores de edad a los indocumentados.

En 2024, se beneficiaron de Head Start casi 800,000 niños, de ellos más de medio millón en edad preescolar y el resto bebés y mujeres embarazadas (a través del subprograma Early Head Start). En California son 80,000 y 58,000 en el estado de Nueva York.

Desde su creación en 1965 Head Start ha atendido a más de 40 millones de niños.

Sus programas incluyen aprendizaje parvulario, exámenes médicos, en particular dentales, auditivos y visuales; desayunos, almuerzos y meriendas para los niños y mucho más.

En enero, el gobierno había anunciado la congelación de fondos otorgados a organizaciones sin fines de lucro, universidades y símiles, en un ataque frontal contra los beneficios existentes para las personas de bajos recursos en general.

En marzo, el sitio de internet federal para financiar los centros de Head Start cayó sin razón aparente. Doce centros cerraron sus puertas por varias semanas. Cuando el sitio finalmente emergió, varios no pudieron reabrir.

Poco después, Kennedy anunció con entusiasmo, como si fuese una gran victoria, el despido de 20,000 empleados de su dependencia – uno de cada cuatro – entre ellos investigadores, científicos, médicos, directores de departamentos y quienes oficiaban de contacto con Head Start.

En abril, la administración cerró cinco de las 12 oficinas regionales que administraban este programa.

Y ahora, con igual entusiasmo Kennedy declaró el nuevo paso, que justificó acusando a los gobiernos anteriores de haber incentivado la inmigración ilegal.  A partir de ahora la elegibilidad al programa se determinará según el estado de inmigración del niño.

En muchos casos, excluirlo de la educación parvularia podría hacer que uno de sus padres pierdan sus trabajos – otro de los objetivos de la administración.

La medida tiende a segregar aún más a los indocumentados para intimidarlos. Es parte de una agenda política que hace de los inmigrantes los culpables de todos los males sociales. Empeora su sensación de terror y desesperanza. Deshumaniza a las familias de indocumentados como si no tuviesen ningún derecho, aunque su trabajo – tal como lo reconoció el mismo Trump esta semana al suspender las redadas migratorias contra trabajadores del campo es crucial para el país.

La exclusión de miles de niños de los programas de ayuda crea una amenaza a la salud pública. Cuando la gente no busca tratamiento médico o ayuda, su salud empeora y enfermedades pueden transmitirse. Aumentan las visitas a las salas de emergencia, con efectos negativos para toda la población.

La atención médica no es un privilegio sino un derecho humano. Especialmente para los niños.

De por sí, los indocumentados son inteligibles para beneficios públicos federales. Contrariamente a las calumnias que inundan el espacio digital, no reciben ni cupones de alimentos, ni préstamos estudiantiles, ni ayuda financiera para educación superior. No son elegibles para Medicaid (MediCal en California), Medicare, u Obamacare, ni el programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP) y mucho menos el Seguro Social.

Pero los sucesivos gobiernos por décadas no habían tocado su acceso a Head Start.

Hasta ahora.

Se ensañan con los niños más pequeños, los más vulnerables. Qué verguenza.

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