- Aún cuando se reporta un aumento real en los ingresos promedio, este avance no ha mejorado de forma significativa el bienestar de los hogares más pobres.
- El encarecimiento de alimentos y salud ha afectado con mayor intensidad a los hogares de menores ingresos, que destinan proporciones mucho más altas del ingreso a estos rubros.
- Más de la mitad de la población cuenta con afiliación a un sistema público de salud, pero las deficiencias en cobertura y suministro han obligado a muchos hogares a gastar más de su propio bolsillo.
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024 confirma una paradoja: si bien los ingresos promedio de los hogares mexicanos han crecido respecto a 2022, esta mejora no se ha traducido en un aumento real del bienestar. El encarecimiento de bienes y servicios esenciales como alimentos y salud absorbe gran parte del ingreso adicional, limitando el margen de las familias para mejorar sus condiciones de vida.
«El aumento en alimentos y servicios médicos absorbe la mayor parte del ingreso de las familias de escasos recursos.»
En el promedio nacional, el ingreso corriente trimestral por hogar creció 10.6% entre 2022 y 2024, al pasar de 70,391 a 77,864 pesos. Todos los deciles registraron aumentos, aunque con magnitudes distintas. El decil | tuvo un incremento de 13.3%, de 14,820 a 16,795 pesos, mientras que en el decil X el avance fue de 6.4%, de 221,792 a 236,095 pesos. El origen de estos ingresos varía de forma significativa: en 2024, para el decil I el ingreso por trabajo representó 42.5% del total y las transferencias -como remesas y apoyos gubernamentales-36.2%, lo que refleja una alta dependencia de estos recursos. En contraste, el decil X obtuvo 62.8% de su ingreso del trabajo y solo 15.6% de transferencias.
A nivel nacional, el gasto corriente monetario trimestral aumentó 7.9%, de 44,166 a 47,674 pesos. En el decil I, el gasto creció 4.9%, de 16,163 a 16,956 pesos, mientras que en el decil X aumentó 5.1%, de 112,253 a 117,989 pesos. En el caso de los hogares más pobres, el gasto supera al ingreso, lo que obliga a muchas familias a endeudarse para cubrir necesidades básicas, comprometiendo su estabilidad financiera. La proporción del ingreso destinada a cubrir alimentos y salud evidencia la presión económica: en 2024, los hogares del decil I destinaron 47.2% de su ingreso a alimentos y un porcentaje creciente a salud, mientras que en el decil X la proporción en alimentos fue de apenas 10.8% y el gasto en salud tuvo un peso mucho menor.
El gasto corriente monetario en alimentos aumentó 6.62% entre 2022 y 2024, mientras que la inflación acumulada en este rubro fue de 14.5%. En 2024, el gasto promedio trimestral en alimentos y bebidas para consumo en el hogar fue de 14,120 pesos. En el decil I alcanzó 7,921 pesos, equivalentes al 47.2% de su ingreso total, y en el decil X llegó a 21,724 pesos, que representan el 10.8% de su ingreso. Esta concentración de gasto en los hogares más vulnerables deja poco margen para destinar recursos a salud, vivienda o educación.
En materia de salud, el gasto corriente monetario aumentó 8% entre 2022 y 2024, frente a una inflación acumulada de 12% en el sector. Destacan incrementos de 15.2% en medicamentos y de 10.7% en consultas ambulatorias. Aunque la afiliación a servicios públicos de salud pasó de 60.9% a 63% en el mismo período, muchas familias-incluso de bajos ingresos- optan por atenderse en el sector privado ante deficiencias del sistema público. Esto se refleja en el gasto de bolsillo: en el decil I, el gasto total en salud creció 5.81% y el destinado a medicinas se disparó 200.84%, mientras que en el decil X el gasto total en salud aumentó 1.84% y en medicinas 96.61%. El aumento extraordinario en medicamentos obedece principalmente al desabasto en el sistema público, que obliga a adquirirlos en el mercado, incrementando la demanda y presionando los precios.
Pese a los objetivos gubernamentales de garantizar atención médica gratuita y de calidad, el desmantelamiento del Seguro Popular y los problemas operativos del INSABI y del IMSS-Bienestar han dejado vacíos relevantes en cobertura y calidad. El aumento del ingreso, aunque positivo, no ha revertido las desigualdades en el acceso a bienes y servicios esenciales. En los hogares más pobres, el peso del gasto en alimentos y salud erosiona la capacidad de mejorar su calidad de vida y la dependencia de transferencias refleja una vulnerabilidad estructural. Más ingreso no siempre significa más bienestar: para que este crecimiento se traduzca en una vida más digna, se requiere contener los precios de lo esencial, mejorar el acceso a servicios públicos de calidad y reducir la necesidad de endeudarse para cubrir lo básico.
El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.