En una epidemia, se supone que el debe informar de manera simple, oportuna y veraz a la población. Si oculta la verdad, o la administra, corre el peligro de perder credibilidad cuando la gente se da cuenta del engaño. Yo confieso que ya llegué al punto en que no le creo a las autoridades sanitarias de nuestro país.

Llevamos ya varios meses en confinamiento. Para estas fechas, supuestamente, ya le íbamos a dar la vuelta a la pandemia y regresar, poco a poco, a nuestras actividades normales procurando, eso sí, el distanciamiento social. Pues he aquí que en la Ciudad de seguimos confinados y la maldita curva de nuevos casos de contagio no hace otra cosa más que crecer.

Recomiendo ver las gráficas que regularmente postea en su cuenta de Twitter el investigador del CIDE Sebastián Garrido. Ahí, con toda claridad, se observa una línea ascendente, desde marzo de este año al 21 de junio, de casos confirmados activos (los que dieron positivo con fecha de inicio de síntomas en los últimos 14 días). Ni se ha aplanado ni se ha llegado a un pico ni se ha domado ni se ha dado la vuelta al número de contagios.

Lo mismo ocurre con el número de fallecimientos que se reportan cada día y que corresponden a muertes que, en realidad, sucedieron en varias jornadas.

El 16 de abril, en su conferencia de prensa,  presentó una gráfica donde claramente decía: “Fin proyectado de la epidemia: 25 de junio de 2020”. Estamos a dos días. Se equivocó el doctor. Sus proyecciones resultaron deficientes. La realidad es que el subsecretario de Salud del gobierno federal ya se acostumbró a tirar el balón del “final de la pandemia” cada vez más lejos en el tiempo. Que si en junio. No, que en julio. Bueno, septiembre u octubre. Su credibilidad va disminuyendo día con día y, al mismo tiempo, aumentan los chistes sobre él en las .

Cierto: el confinamiento sí sirvió para que el sistema sanitario nacional no fuera rebasado por la enfermedad. En México, no hemos visto escenas de hospitales saturados teniendo que escoger a quién le dan prioridad en las unidades de terapia intensiva con respiradores artificiales. Sin embargo, existe la sospecha de que muchos enfermos no van a los hospitales porque desconfían del tratamiento que recibirán. No son pocos los que piensan que, si van al sanatorio, ya no saldrán vivos. En este sentido, prefieren quedarse en su hogar a ver si la libran.

Lo que sí hemos visto en la prensa son muchos reportajes de cómo funerarias y crematorios están a tope. Según el gobierno, hasta el domingo 21 de julio, habían muerto 21 mil 825 personas de covid-19 en México. Se sospecha, sin embargo, que son muchos más. Un estudio de Mario Romero y Laurianne Despeghel en Nexos halló un exceso de mortalidad en la entre enero y mayo de este año, a diferencia de otros años, que bien podría explicarse por la epidemia de covid-19. Si así fuera, el número de muertos reales por esta enfermedad sería hasta tres veces más que el reportado por el gobierno en la capital.

¿Cuántos contagiados de covid-19 hay hoy en México?

Al corte del domingo 21 de junio: 24 mil 225 de los llamados activos, es decir, que pueden contagiar. Recordemos que estos números que ofrece la autoridad vienen del famoso Modelo Centinela que se hace a partir de una muestra estadística. En una de sus famosas conferencias de abril, López-Gatell dijo que, en realidad, la epidemia es ocho veces más grande que lo que reporta la muestra del Modelo Centinela.

¿De dónde sacó ese múltiplo?

No se sabe. Investigadores han tratado de conseguir la metodología del multiplicador, sin éxito. Hay otros expertos en que señalan que el multiplicador debe ser 30 o hasta 50 veces lo que detecta el Modelo Centinela.

La triste realidad es que, bien a bien, no sabemos ni cuántos contagiados hay ni cuántos han fallecido. Lo que sí sabemos son dos cosas.

Primero, que México es uno de los países que menos pruebas de covid-19 hace en el mundo. Y, como decían mis maestros técnicos y científicos, lo que no se puede medir no se puede solucionar.

Segundo, que aquí seguimos, confinados, en semáforo rojo, a pesar de varios meses de aislamiento. Sin clases presenciales para los niños, sin futbol, sin vida social, muchos trabajando en casa y otros en sus espacios laborales con caretas y cubrebocas.

Por un lado, López-Gatell dice que esto no ha terminado. Por el otro, López Obrador afirma lo contrario. Ni uno de los dos se pone cubrebocas.

No sé usted, pero yo no entiendo nada.

 

           Twitter: @leozuckermann

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