Más temprano que tarde van a aparecer los políticos con una agenda antimigrante en México. Es cuestión de tiempo. El fenómeno es mundial. Por desgracia, nuestro país ya también quedó atrapado en este tema que no tiene soluciones fáciles y que es caldo de cultivo para políticos oportunistas.
Los antimigrantes demandarán que el gobierno detenga a los extranjeros que llegan por nuestra frontera sur y que tienen toda la intención de cruzar México para llegar a Estados Unidos y solicitar, ahí, asilo político. Ya no son sólo las familias de centroamericanos, sino también todo tipo de personajes de múltiples nacionalidades. El número de cubanos, por ejemplo, se ha incrementado de manera importante.
Hasta África llegó el mensaje de que es posible arribar a las mismísimas puertas del sueño americano desde México. Y pronto llegaron africanos que hoy demandan las visas que prometió el gobierno de Andrés Manuel López Obradorpara cruzar de manera segura territorio nacional y arribar a la frontera con Estados Unidos.
El problema es que el gobierno de Trump ha cerrado los accesos a su país y, a cuentagotas, reciben a los cientos de miles de personas que demandan asilo. Mientras tanto, permanecen en México en una situación muy precaria. Los refugios están sobresaturados.
Además, el gobierno estadunidense, una vez que entran los migrantes a solicitar asilo, los regresa a esperar la decisión a México. Esto es ilegal porque, de acuerdo con la ley estadunidense, los demandantes de asilo pueden aguardar en ese país mientras se decide si los admiten o no.
En este rubro hay una buena noticia: un juez federal de San Francisco determinó que el retorno de los solicitantes de asilo a México es ilegal. El gobierno de Trump está obligado a cumplir con esta sentencia, lo cual podría aliviar, un poco, la situación crítica actual.
Pero no nos hagamos bolas. La crisis migratoria en México apenas comienza porque Trump seguirá haciendo todo lo que esté en su poder para detener a los migrantes. Es parte central de su agenda política rumbo a la reelección del año que entra. Si algo podemos esperar es que endurecerá aún más el discurso y las acciones antimigrantes. Esto explica por qué despidió, de manera súbita, a su secretaria de Seguridad Interior, Kirstjen Nielsen.
Los migrantes centroamericanos, cubanos y africanos quieren llegar y quedarse en Estados Unidos. Es su principal objetivo. Pero, si no lo logran, ¿qué harán? Para la gran mayoría de ellos, lo peor es regresar a sus países de donde huyeron por la violencia o falta de oportunidades económicas. En este sentido, su segunda mejor opción es quedarse en México. Es lo que pasó, por ejemplo, con miles de haitianos que llegaron a Tijuana, que no pudieron cruzarse a San Diego, y decidieron permanecer en Baja California. Ahí andan, trabajando duramente, adaptándose al nuevo país que los acogió. Muchos ya han tenido hijos que, como nacieron aquí, son mexicanos.
El problema es que, contra la falsa idea de que México siempre ha sido un país abierto a la migración, la realidad es exactamente la contraria. Nuestras leyes migratorias son muy cerradas y estrictas. Si se cumplieran a cabalidad, habría que detener y deportar a todos aquellos que entran sin documentos. Exactamente lo que quiere hacer Trump en su país, incluyendo a los mexicanos indocumentados.
Si el gobierno de López Obrador sigue tolerando y apoyando a los migrantes extranjeros indocumentados que atraviesan México, seguirán llegando cada vez más y más personas. Este mes se calcula que podrían alcanzar los cien mil. Y si Trump cierra los accesos a Estados Unidos, muchos se quedarán en nuestro país.
Ahí aparecerán, inevitablemente, los políticos que explotarán la popular veta antimigrante. Demandarán la salida de los extranjeros por estar quitándoles los trabajos a los mexicanos. Argumentarán que hay que darle prioridad a los oaxaqueños, chiapanecos o guerrerenses antes que a los hondureños, salvadoreños o cubanos.
Justo lo mismo que dicen los estadunidenses de los millones de mexicanos indocumentados que viven en su país. Pero, como sabemos, la política está llena de hipocresías. Por un lado, defenderán a los connacionales que son discriminados en Estados Unidos y, por el otro, discriminarán a los extranjeros en territorio nacional. La consistencia no importa. Lo que importa son los votos. Y el discurso anti-migrante ha resultado ser muy popular
en las naciones que enfrentan este problema. Me temo que México no será la excepción. Más temprano que tarde, lo veremos.
Twitter: @leozuckermann.