Comienzo con un ferviente deseo: ojalá hoy gane  la Presidencia de de manera holgada.

Sigo con mi pronóstico: creo que Biden, efectivamente, triunfará en las elecciones presidenciales de hoy, pero no tengo idea de si lo hará o no de manera cómoda.

No descarto, sin embargo, que el presidente  pueda reelegirse.

Hace cuatro años, el día de la elección, las apuestas le daban un 20% de probabilidad de ganar al candidato republicano y, efectivamente, venció porque, como he dicho mil y una veces, una probabilidad baja no es una probabilidad cero. Bueno, pues hoy el presidente Trump trae una probabilidad de 40% de reelegirse en las apuestas, el doble que hace cuatro años. Nada mal.

En conclusión, no hay nada escrito, porque una , como bien decía el politólogo Adam Przeworski, es un régimen de certidumbre en las reglas y de incertidumbre en los resultados.

Lo que más me preocupa es el ambiente de al que está llegando nuestro vecino, la superpotencia, el imperio estadunidense, a estas elecciones. Llevo muchos años siguiendo de cerca los procesos electorales en ese país, siempre fascinantes, y no recuerdo el fervor a favor y en contra de Donald Trump.

El fin de semana escuchaba un programa en la radio pública estadunidense que lo resumía todo. Alguien que votó por Trump en 2016 decía que él pensaba que el magnate sería un buen Presidente, pero resultó mejor de lo que esperaba. Luego hablaba un ciudadano que sufragó en contra de Trump hace cuatro años afirmando que creía que sería un mal Presidente, pero acabó siendo aún peor de lo que esperaba. La realidad vista con dos lentes absolutamente diferentes. Bueno y malo. Mejor y peor. Un mundo binario.

En eso Trump ha ganado. Ha logrado polarizar a la sociedad. La sensatez de los matices se ha perdido.

Solía decirse que las elecciones eran la fiesta de la democracia. Pero nunca habíamos visto la intensidad en las preferencias a favor y en contra como ahora. El gran teórico de la democracia, Giovanni Sartori, siempre dijo que este tema —el de la intensidad de las opciones de los votantes— nunca había sido estudiado con cuidado en la ciencia , cuando era fundamental entenderlo en ciertos periodos de la . Bueno, pues ahora, de ambos lados hay un verdadero fanatismo que puede convertir la fiesta democrática en una pesadilla.

Al escribir estas líneas, la prensa está reportando cómo los comerciantes en varias ciudades estadunidenses están tapiando sus tiendas. Temen que mañana pueda haber protestas callejeras que deriven en actos vandálicos.

Y no olvidemos que Estados Unidos es el país con mayor número de armas por habitantes del mundo entero. La pandemia de covid-19, las manifestaciones debido al asesinato de George Floyd, la posibilidad de que ganen los demócratas y el miedo a que haya protestas poselectorales que se salgan de control han incrementado, a niveles récord, las ventas de armamento en ese país.

A eso hay que sumar la posibilidad de que el presidente Trump, en caso de perder, desconozca los resultados, alegando que le hicieron fraude. Los mexicanos conocemos bien este tipo de historias. Es la estrategia que implementó López Obrador en 2006 y 2012. Con una diferencia: el mexicano era candidato presidencial, no Presidente en funciones del país.

Si pierde Trump, desconoce los resultados y alega fraude, estaremos frente a un escenario inédito, que generará mucha incertidumbre política elevando así la posibilidad de protestas de ambos lados que, efectivamente, podrían salirse de control.

En este sentido, hoy será un día histórico para una de las democracias más añejas del planeta. Democracia liberal que le permitió convertirse en una superpotencia, en un imperio que, para bien y para mal, ha sido el de mayor influencia en los últimos cien años en el mundo. Además de que, en nuestro caso, es vecino y nuestro mayor socio comercial.

Lo que hoy está en juego es mucho. La resistencia de las instituciones democráticas frente a un narcisista que, si pierde, está dispuesto, al parecer, a encender la pradera. Y detrás de él hay grupos de fanáticos, con muchas armas, listos para lo que se ofrezca.

Lo mejor que podría pasar hoy es que Biden gane holgadamente, que nos vayamos a dormir sabiendo el resultado y corroborando que la democracia liberal estadunidense volvió a funcionar como reloj suizo. Ojalá que así sea.

 

           Twitter: @leozuckermann

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