Más allá de la vacuna  

La solución del enigma de las señales extraterrestres y la revolución médica; contra las enfermedades hereditarias son algunos de los descubrimientos del año 2020

La búsqueda desesperada de vacunas y tratamientos contra la covid;  ha eclipsado al resto de grandes avances científicos del año 2020; rescatados ahora por revistas especializadas como Nature y Science.

Algunos de estos logros ya se hicieron un hueco en Materia; como el hallazgo de presuntos indicios de vida en Venus, el lanzamiento de varias misiones robóticas a Marte; la recuperación de arena de un asteroide gracias a una sonda japonesa; y la predicción de la estructura de las proteínas; uno de los problemas más importantes de la biología.

Otros avances científicos históricos, sin embargo, pasaron más desapercibidos. Estos son algunos de ellos.

No hay alienígenas tras las ráfagas de radio

El 28 de abril de 2020 un radiotelescopio canadiense detectó una ráfaga rápida de radio; un tipo de fenómeno de gran y unos milisegundos de duración; que ha desconcertado a los científicos desde su primera observación en 2007.

Ya se han notificado más de un centenar de estos estallidos; alimentando en el imaginario colectivo la idea de que civilizaciones extraterrestres intentan comunicarse con la Tierra. La explicación real es menos fantasiosa.

El 4 de noviembre, un equipo científico internacional vinculó la ráfaga de abril a un magnetar; una estrella de neutrones con un magnético muy intenso. En el descubrimiento participaron Alberto Castro-Tirado y Youdong Hu; dos investigadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía. No había alienígenas tras las ráfagas de radio.

Una revolución contra enfermedades hereditarias

Una de las principales noticias científicas del año se conoció hace apenas unas semanas y fue eclipsada por la segunda ola de la pandemia de covid.

Las multinacionales CRISPR Therapeutics y Vertex anunciaron el éxito; de la revolucionaria técnica de edición genética CRISPR en el tratamiento experimental;  de una decena de personas con enfermedades hereditarias.  La terapia, denominada CTX001, consiste en extraer células madre de la sangre de un paciente; corregir los errores genéticos en el laboratorio y devolverlas al cuerpo.

Siete de los enfermos tratados tienen beta talasemia, un trastorno sanguíneo que hace que el organismo disponga de menos hemoglobina; la proteína que transporta el oxígeno en los glóbulos rojos de la sangre.  Los otros tres pacientes sufren una anemia de células falciformes; una enfermedad que deforma los glóbulos rojos.

Las 10 personas han respondido bien al tratamiento, basado en las investigaciones pioneras; de la francesa Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer Doudna, ganadoras del Nobel de Química de 2020.

Tratamiento definitivo contra el VIH

Es uno de los grandes enigmas de la medicina. El 0,5% de los 38 millones de personas que viven con el virus del sida; mantienen niveles indetectables de carga viral sin necesidad de tratamiento.  En agosto, un equipo de científicos de EE UU iluminó los mecanismos moleculares de estas personas; conocidas como controladores de élite.

Los investigadores, capitaneados por la viróloga Xu Yu, del Hospital General de Massachusetts;  llegaron incluso a hablar de una “cura funcional” de una de las estudiadas; Loreen Willenberg, diagnosticada en 1992.  Willenberg, de 66 años, sería la primera persona conocida; cuyo sistema inmune controla de manera natural y por completo el VIH.  El estudio, publicado en la revista Nature, abre nuevas vías para buscar un tratamiento definitivo contra el virus.

 

Superconductores a temperatura ambiente

El físico Ranga Dias habla del “santo grial”; de un material que podría “cambiar el mundo tal y como lo conocemos”.  Es uno de los grandes sueños de la física; encontrar un superconductor de la electricidad a temperatura ambiente; que permitiese diseñar motores y redes de transporte ultraeficientes, sin pérdidas de energía.

El equipo de Dias se ha acercado este año como nadie antes; con un material rico en hidrógeno, azufre y carbono; sometido a una presión más de dos millones de veces superior a la ejercida por la atmósfera terrestre al nivel del mar.

El material es superconductor a unos 14 grados de temperatura, pero se requieren unas presiones tan altas que las aplicaciones son todavía muy lejanas. El avance fue portada de la revista Nature en octubre.

El cerebro de las aves

La corneja común, un ave de hasta un metro de envergadura; con un plumaje negro metálico, es conocida por los ornitólogos por su amplísima gama de sonidos; desde el grave kraar al klok-klok-klok que emite en vuelo.

Este año, estos córvidos han sido protagonistas de un experimento que, una vez más, pone a prueba el excepcionalismo humano; la creencia de que las personas son la única especie animal con ciertas capacidades.

El neurocientífico Andreas Nieder y sus colegas de la Universidad de Tubinga (Alemania); entrenaron a dos cornejas para mover la cabeza; al ver una determinada secuencia de luces en una pantalla. Unos electrodos colocados en sus cerebros sugirieron una especie de “conciencia sensorial”; una forma rudimentaria de la autoconciencia humana; según los científicos, cuyo descubrimiento fue portada de la revista Science.

El futuro climático del planeta

Hace ya más de 40 años, en 1979, un equipo de científicos se reunió; en la localidad estadounidense de Woods Hole para intentar predecir el futuro del planeta Tierra.

Su pronóstico se ha repetido desde entonces; si las emisiones de CO2 se duplican respecto a la época preindustrial; la temperatura subirá entre 1,5 y 4,5 grados.

Este año, otro grupo de científicos ha afinado la predicción con el conocimiento acumulado en las últimas décadas; la temperatura aumentaría entre 2,6 y 3,9 grados en ese escenario de gases descontrolados; según el nuevo análisis, coordinado por el Programa Mundial de Investigaciones Climáticas.

Si las emisiones continúan su trayectoria, el momento de la duplicación podría llegar dentro de unos 70 años; según la organización. La temperatura ya se ha incrementado 1,2 grados respecto a los tiempos anteriores a la Revolución Industrial.

 

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