Varias empresas han publicado encuestas en días recientes sobre el arranque del nuevo , y el final (en todos los sentidos) del anterior. No prejuzgo la calidad o integridad de unas u otras; he optado por comentar la de GEA por cuatro motivos. Es la más reciente; es la que incluye un mayor número de preguntas; abarca la evolución de las opiniones de la sociedad mexicana con relación al gobierno o victoria de López Obrador en dos etapas (septiembre y diciembre), y comprende algunas comparaciones históricas pertinentes. Aunque los partidarios de la podrán rechazarla por “fifí”, resultan interesantes esos cotejos históricos justamente como respuesta a dicha crítica. Es tan “fifí” o acertada hoy, como en 2012, 2006 o 2000.

Según GEA, así terminaron los tres presidentes de la alternancia, en cuanto a aprobación de su labor realizada: Fox, 63%; Calderón, 43%; , 16%. Además de subrayar la debacle peñista, conviene destacar la correspondencia exacta entre la aprobación de EPN y el resultado del PRI en la elección. Así arrancaron los cuatro presidentes de la alternancia: Fox, 72%; Calderón, 54%; Peña Nieto, 55%; López Obrador, 57%. Estos datos corresponden más o menos a los de otras series divulgadas recientemente. Al respecto, vale la pena recordar que, desde Carlos Salinas, en 1994, el único mandatario en haberle entregado la Presidencia a alguien de su propio partido fue Fox, en 2006. Ni Zedillo, ni Calderón, ni Peña Nieto lo lograron.

Un segundo dato llamativo consiste en el desglose del apoyo a como presidente, en particular por nivel educativo. Algunos lectores recordarán que las encuestas de salida del 1 de julio mostraron que entre mayor grado de escolaridad de los mexicanos, mayor la votación por Morena y AMLO. Ahora, según el desglose de GEA de aprobación condicionada o incondicional, los números tienden a invertirse. Su aprobación condicionada es prácticamente la misma (32%) entre cuatro segmentos: hasta primaria, secundaria o equivalente, prepa, y superior. La aprobación incondicional, sin embargo, es mucho menor entre los mexicanos con estudios superiores (12%) que entre los demás (27%). En cambio, la mayor desaprobación de AMLO (29%) surge entre los universitarios, y es sensiblemente superior a la que impera en la sociedad mexicana en su conjunto (20%). Empiezan a normalizarse las cosas.

Una reflexión adicional se refiere a la evolución entre septiembre y diciembre de los atributos, las propuestas y las expectativas de AMLO. El apoyo a sus principales propuestas es monumental y ligeramente creciente: ayuda a “ninis” (78%), cancelar el aeropuerto (62%), reducir gastos y sueldos en el gobierno (78%), desaparecer el EMP (76%), devolver el avión presidencial (65%), revisar los contratos de la reforma energética (70%), construir una nueva refinería (77%), construir el Tren maya (70%). Asimismo, en abstracto, la llegada de AMLO provoca cada vez más felicidad (60% en diciembre, y 46% en septiembre), cada vez más optimismo (66% vs. 55%), y cada vez más confianza (60% vs. 54%). Tres de cada cuatro mexicanos creen que el gobierno de AMLO representará una nueva etapa en la nacional.

No obstante todo lo anterior, y el hecho también digno de subrayarse que estos sentimientos se trasladan a Morena, al Presidente no le va tan bien en cuanto a sus atributos. Son bajos, y van en descenso. Los únicos temas en que las expectativas de éxito de AMLO se mantienen parejas son el combate a la pobreza y el mejoramiento de los salarios. En materia de crecimiento económico, el porcentaje que cree en el éxito cae de 33% a 25%; en disminuir la inflación, de 28% a 21%; en mejorar la educación de 41% a 38%; en defender al país ante el exterior de 28% a 21%; en combate a la corrupción, de 28% a 24%, y en mejorar la seguridad (lo que más le importa a la gente, según GEA), la caída es fuerte: de 28% en septiembre a 21% en diciembre.

En otras palabras, la gente recibe con entusiasmo las propuestas puntuales de López Obrador, por aberrantes o insignificantes que sean; se siente contenta por su llegada al gobierno y cree que se trata de un acontecimiento histórico; pero no espera gran cosa de su gestión. Entiéndanle.

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