Con la novedad que el Presidente no sabía del operativo que se llevaría a cabo el jueves pasado para arrestar al hijo de El Chapo Guzmán en Culiacán. Eso es lo que dijo López Obrador. Una de dos: o está mintiendo o el efectivamente no consultó ni pidió autorización a su comandante en jefe para llevar a cabo uno de los operativos más importantes de este sexenio.

En el caso de que esto fuera una mentira, no sería la primera ni la última vez que un político falseara la información para sacudirse los efectos negativos de un acontecimiento fallido. Para la narrativa de control de daños funciona la idea de que el Presidente no sabía, que no lo consultaron. Sobre todo porque López Obrador se ha concentrado no en la primera decisión (enviar un operativo chafa a detener a un capo del crimen organizado en su territorio), sino en la segunda (abortar el plan y liberar a Ovidio Guzmán para evitar violencia generalizada que dejaría muchos muertos en Culiacán). Minimiza, entonces, su papel en la parte fallida del plan y la maximiza en la razonable donde prácticamente nadie lo ha criticado sino que, al revés, le han aplaudido. En este sentido, es una mentira eficaz para el spin comunicativo que, con su talento natural comunicativo, ha ejecutado López Obrador desde el viernes pasado.

No con esto justifico la posible mentira. Lo que más me interesa es contrastarla con la otra alternativa, es decir, que el Presidente efectivamente no sabía, porque creo que es peor esta segunda opción. Ahora resulta que el Ejército se manda solo. Que no le consulta a su comandante en jefe decisiones de la más alta relevancia. Y es que el operativo del jueves no era un simple ejercicio para ir a arrestar a un ciudadano común y corriente.

No. El ciudadano en cuestión era nada menos que Ovidio Guzmán López, hijo de El Chapo (uno de los narcotraficante más buscado en la contemporánea del mundo, hoy detenido y sentenciado en Estados Unidos), heredero de uno de los cárteles más poderosos del planeta (el Cártel de Sinaloa), que en febrero de este año fue indiciado por el Departamento de Justicia por conspiración para importar y distribuir cocaína, metanfetaminas y mariguana a Estados Unidos, quien tenía una orden de aprehensión en con fines de extradición.

Estaríamos frente a una irresponsabilidad supina si el Presidente de México efectivamente no se hubiera enterado que el Ejército y la Guardia Nacional irían ese día a Culiacán a detener a uno de los chapitos.

El comandante en jefe de las tiene la responsabilidad de conocer y dar su aprobación para los operativos militares más importantes que se llevan a cabo en el país.

Si no es así, se rompió la cadena de mando.

Si el Presidente no se entera de decisiones como las del jueves pasado, ¿para qué sirven las reuniones diarias que tiene con el gabinete de seguridad. ¿De qué hablan? ¿De nimiedades? A lo mejor no era un tema que quería ventilar en esa reunión el secretario de la Defensa, el comandante de la Guardia Nacional o el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana para evitar posibles filtraciones. Eso se podría entender. Pero, ¿no le informaron a López Obrador?
¿No le solicitaron su autorización al salir de la junta del jueves? ¿No le llamaron unos minutos antes de desplegar la fuerza militar que iría a buscar y detener a Ovidio?

Para mi tranquilidad, me quedo mejor con la idea de que el Presidente está mintiendo para sacudirse de la responsabilidad del fracaso del operativo del jueves pasado. Me resulta más creíble, sobre todo para un mandatario como López Obrador, que se involucra mucho en los asuntos cotidianos del , al punto de autorizar los viajes al extranjero de los funcionarios de alto nivel.  En cambio, de ser verdad la versión de que no sabía, estaríamos regresando al modelo del sexenio pasado en que el presidente Peña prefería no meterse en los incómodos asuntos de la inseguridad del país porque no tenía nada que ganar en este tema.
Y así nos fue.

En 2014, la violencia tuvo un punto de inflexión al alza, de tal suerte que el sexenio pasado resultó aún más brutal que el de Calderón.

En su campaña, López Obrador prometió involucrarse en la resolución del problema de la inseguridad.

Ofreció, para eso, reunirse todos los días, a primera hora, con su gabinete de seguridad para tomar decisiones.

Ahora resulta que, en una de las más importantes, no estuvo involucrado. ¿Verdad o mentira?

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