Las discrepancias entre las estimaciones de crecimiento para la economía mexicana este año empiezan a disminuir, entre instituciones privadas o independientes del gobierno, y los “otros datos” de López Obrador. La pequeña polémica del presidente con Banxico hoy no es grave, aunque entre “ya viene la recuperación” y 8.8 de contracción como escenario intermedio, existe un abismo conceptual. En realidad, el asunto es más grave.
Los economistas de Bank of America son quizás los más pesimistas, o realistas, si se prefiere ese calificativo. En el último informe, ampliamente reproducido en los medios, pronostican una caída de 10 puntos en 2020, y una mínima recuperación de dos puntos en 2021. Sólo con una definición muy flexible de la gráfica de las letras “V” y “U” se puede recurrir a cualquiera de las dos para describir la debacle actual; el banco habla de una “U” alargada, que se parece mucho a una “L”. Hasta hace poco, BofA vaticinaba una expansión de 4 % para 2021. Ya no.
Ilustración: Víctor Solís
Una razón importante del pesimismo de la institución de San Francisco reside en su previsión para la economía norteamericana este año. La movieron de -5.6 % a -8 %, y de alguna manera suponen que la economía mexicana decrecerá más que la estadunidense por el “costo-Peje”, que ellos definen como “un clima antinegocios y una pobre respuesta a la emergencia sanitaria”. Todo esto, a su vez, puede llevar a una “radicalización” en materia de políticas públicas que complicaría aún más las cosas.
Ahora bien, la diferencia entre una contracción de 10 % y una de 6 %-8 % es algorítmica para el desempleo, según me cuentan algunos amigos que le entienden a esto. Si con la cifra menor el número total de empleos perdidos (entre el sector formal y el informal) puede ser de entre 1.5 y 2 millones, con la cifra de -10 % el total de mexicanos que se quedarán sin trabajo se eleva a tres millones: algo nunca visto en nuestro país. Huelga decir que cualquier comparación con la Depresión de 1930 en adelante es ociosa: México era un país de 20 millones de habitantes, en su gran mayoría rurales.
Sabemos que López Obrador no va a hacer nada que reactive la economía más allá de lo anunciado, es decir un incentivo fiscal prácticamente nulo. También podemos afirmar que ningún factor nuevo, endógeno o exógeno, podrá intervenir para ayudarnos. Sí existe una interpretación inteligente, un poco audaz pero no inverosímil, según la cual podríamos argumentar que al igual que la inmensa mayoría de bancos en México, como país también tenemos un papá rico. El estímulo norteamericano de tres billones (mexicanos) de dólares, más lo que seguramente se aprobará en el futuro, de manera inevitable repercute en México. Es la gran diferencia nuestra con Brasil, por ejemplo. Parte de esa tremenda transfusión de recursos se filtrará (“trickle down”) a México: remesas, turismo, demanda para las exportaciones mexicanas, etc. No es un sueño guajiro, pero frente a una contracción de -.03 % en 2019, -10 % en 2020, y un crecimiento de 2 % en 2021, parece muy poco. De eso estamos hablando. Las diferencias entre “los otros datos” y estos, es enorme.