Cuando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entró en vigor el 1 de enero de 1994, México se tambaleaba en una grave crisis: los rebeldes zapatistas protestaban en el sur del país, provocando el temor a que estallase una una guerra civil. El candidato favorito para las elecciones presidenciales fue asesinado tres meses después y, nueve meses más tarde, se volvió a devaluar el peso, lo que sumió al país en una crisis financiera.
El nuevo Tratado México-Estados Unidos–Canadá (T-MEC), que entró en vigor el 1 de julio, no llega en el mejor de los momentos. El desempleo se ha disparado desde marzo debido a la crisis del coronavirus y el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la economía mexicana se contraerá en más del 10 por ciento en 2020.
Nuevas oportunidades de negocio y normas claras
¿Se convertirá el T-MEC, como en su momento el TLCAN, en el salvavidas económico que estabilizará México? Al menos esa es la esperanza del presidente Andrés Manuel López Obrador. Por el contrario, el estado de ánimo entre empresarios y economistas es más bien reservado. Si bien el acuerdo del TLCAN supuso el paso hacia la globalización de México, T-MEC significa el regreso a la regionalización. Y esto generará ganadores y perdedores, opinan los críticos.
Johannes Hauser, director de la Cámara Mexicano-Alemana de Comercio e Industria (AHK México), ve nuevas oportunidades de negocios en el comercio electrónico, ámbito agregado en el nuevo acuerdo. Los impuestos sobre productos digitales como libros, música o servicios de transmisión están prohibidos. Sobre todo los portales estadounidenses, que dominan el mercado, se benefician de ello. El comercio electrónico también se ha incluido en el acuerdo comercial renegociado entre la UE y México. Hauser cree que el hecho de que las nuevas versiones de ambos acuerdos entren en vigor casi simultáneamente, supone una ventaja para los inversionistas: «Las reglas del juego para los próximos años son claras», dijo a DW.
Problemas para la industria automotriz
Uno de los ganadores del antiguo acuerdo TLCAN fue la industria automotriz, que subcontrató y extendió a México su producción. Este país se convirtió en el cuarto mayor exportador de automóviles del mundo, sin una sola marca de automóviles mexicana. El T-MEC es un desafío para los fabricantes de automóviles en México, porque Donald Trump logró imponer que el 75 por ciento de los componentes deben provenir de la región. Esto significa que se deben reorganizar las cadenas de producción. Es probable que los mayores costos se transfieran a los consumidores estadounidenses. Otros problemas para la industria automotriz son actualmente el descenso de la demanda y el cambio a la movilidad eléctrica.
Mayores salarios y más derechos para los trabajadores
Los ganadores del acuerdo son los trabajadores, porque se prevé el fin del dumping salarial. El T-MEC fue la razón que motivó a los políticos mexicanos a aumentar en 2019 el salario mínimo y reformar la legislación laboral, tema que se había retrasado mucho. La ley de derechos sindicales, de 100 años de antigüedad, se ha modernizado. Las reiteradas violaciones de las normas laborales y ambientales ahora se pueden presentar ante un panel de arbitraje. La carga de la prueba recae en la parte acusada y ya no es posible que un país bloquee dicho panel. Este fue un aspecto importante a tener en cuenta para los sindicatos estadounidenses y los demócratas, sin los que el T-MEC no habría recibido el visto bueno del Congreso estadounidense.
Los trabajadores industriales de México también esperan que se produzcan aumentos salariales porque, según el T-MEC, el 40 por ciento de los componentes de un vehículo debe provenir de lugares donde los operarios ganen al menos 16 dólares la hora, ocho veces más que en la actualidad. Casi una quinta parte de los 5 millones de empleados en la industria manufacturera mexicana trabaja en el sector automotriz. Donald Trump siempre ha enfatizado que las compañías estadounidenses trasladarían la producción a su país si ya no pudieran beneficiarse de los bajos salarios en México.
En el bando de los empleadores mexicanos, esto se acogió con poco entusiasmo, ya que reduciría los márgenes de ganancia. Por la puerta de atrás del libre comercio el objetivo es resolver muchos de los problemas estructurales subyacentes de México.
Dos tercios de los trabajadores mexicanos no se ven afectados por las nuevas cláusulas del T-MEC, porque trabajan de manera informal o por su propia cuenta. De hecho, podrían verse afectados negativamente, porque el tratado prevé más protección de patentes, y gran parte de lo que se vende en los mercados callejeros de México son marcas falsificadas.
Ignacio Martínez, coordinador del Laboratorio de Análisis Empresarial y Económico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cree que «el gobierno debería ver el tratado como una herramienta para el desarrollo sostenible e invertir estratégicamente en ciertos sectores».