Estamos en una olla de presión económica, cuya válvula es la velocidad en que podamos vacunar a la mayor parte de la población del mundo. En esta carrera por alcanzar primero la inmunidad, reducir las muertes, y reactivar la economía, la parece llevar cuerpo y medio de ventaja.

Algunos pronósticos científicos señalan que un plan eficiente de vacunación, al que se sumará esta misma semana la economía más grande del mundo, que es la de Estados Unidos, permitirá que la solución alcance al problema. Nos conviene a todos que así suceda.

Sin embargo, al reto para vacunar a tiempo le faltan varias etapas y varios obstáculos que tienen mucho que ver con la logística, la aplicación a sectores que provoquen un control natural de la pandemia (profesionales de la salud, responsables de farmacias, personal encargado de tareas esenciales como la seguridad pública y la protección civil, entre otros) y la probable resistencia de muchas personas a no inocularse por temor o desinformación.

Hasta ahora ese no ha sido un riesgo, si observamos la colaboración de miles de personas para recibir la dosis, pero conforme avance el proceso de vacunación el miedo podría frenar al avance y crear brotes severos y hasta nuevas olas de infección.

Del lado industrial, este fenómeno podría impactar en la recuperación de la planta productiva y en el comercio de bienes y servicios, estos últimos en una auténtica lona como hemos visto con el turismo, hotelería y restaurantes.

Aunque un porcentaje importante del consumo se ha trasladado al ciberespacio, los desequilibrios en varios sectores, tomemos el caso de los supermercados que no han parado un solo día su operación contra los gimnasios que llevan prácticamente un año cerrados, repercutirán en el y en la generación de ingresos durante el primer semestre de este año que inicia.

Y escribo sobre los primeros seis meses de 2021 con la esperanza de que el plan de vacunación siga adelante como se ha previsto, porque su precisión debe ser tal que cualquier retraso o contingencia costará semanas o meses para retomar la dirección de la inmunidad mayoritaria.

Por eso los cálculos de las empresas deberán tener dos componentes indispensables: un análisis de corto plazo, casi día a día, y uno que pueda prever cada cuatrimestre, como nunca antes se ha anticipado. De eso depende el futuro de industrias enteras, de sus trabajadores y de mercados que podrían estar en riesgo de extinción si no hacen un buen manejo de riesgos.

Tendrán que llegar, también, apoyos y estrategias de parte del de la República para inyectar recursos y proyectos de inversión. Ya va para un año que la decisión fue de austeridad a rajatabla, nada de deuda adicional, y un gasto dirigido a programas sociales que deberán ser evaluados en su eficacia. No obstante, los indicadores de instituciones autónomas demuestran que no estamos tan mal, ni tan bien, como otros países de dimensiones similares.

Mientras tanto, predecir será la tarea de directivos y de equipos de trabajo privados, bajo un estudio minucioso de los cambios que tenga el desarrollo de la pandemia, de la vacunación, y de los factores políticos internos y externos. Apenas ocurrió uno en Estados Unidos que causó gran incertidumbre, aunque terminó por resolverse de manera adecuada al momento. Espero que los que vienen en concluyan igual por nuestro bien.

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