Como todo el mundo, le deseo a López Obrador una pronta y completa recuperación. Como algunos menos, me hago una serie de preguntas sobre cómo llegamos a esto, pero me centraré en el tema que quiero tratar hoy, a saber, el de las vacunas.
López Obrador debió haberse vacunado desde que estuvieron disponibles las primeras vacunas en Estados Unidos. Si de algo hubiera podido servir su amistad vergonzosa con Trump, era justamente para eso: hablarle y pedirle que le mandara las dos dosis de Pfizer o Moderna, desde que empezaron a vacunar en Estados Unidos, es decir, a mediados del último mes del año pasado. Según las versiones públicas y oficiales, no lo hizo, no se vacunó y ahora se enfermó. No es la peor metida de pata en lo que a las vacunas se refiere, pero tampoco es una metida de pata menor.
Mucho más grave es la obvia falta de previsión del gobierno para conseguir vacunas. Al día de hoy, si nos atenemos a la serie de anuncios confusos, contradictorios, y carentes de precisión que ha dado el gobierno, han llegado a México poco más de 600 000 dosis. Aparentemente casi la totalidad han sido aplicadas. Es una cantidad ínfima a más de un mes de que se empezó a vacunar en el mundo. Estados Unidos ya lleva más de 23 millones de vacunados e Israel casi cinco millones. Todo indica que esto no se debe únicamente a los problemas innegables que existen con los fabricantes y la entrega.
Ilustración: Patricio Betteo
AstraZeneca no le ha cumplido a los europeos y está siendo demandada por varios países; Pfizer tuvo que suspender envíos por el cierre temporal de su planta en Bélgica para rehabilitarla; Moderna no tiene la capacidad en Estados Unidos de producir un número suficiente ni para ese país ni mucho menos para otros. Pero todo esto no explica la patética gestión del gobierno de México. No quisieron pagar a tiempo, cuando las empresas privadas, que en efecto solo buscan el lucro —así son las empresas en una economía de mercado— les pedían sumas por adelantado.
Pero el peor error que se está cometiendo, es el de la vacuna rusa Sputnik V. Según el propio López Obrador, habló con Putin y éste aceptó vendernos —por supuesto no sabemos a qué precio— 24 millones de dosis sobre varios meses. Es posible que cuando se entregue la mayor parte de ese pedido, ya la Sputnik V haya sido aprobada por una de las dos o tres instancias confiables a nivel internacional. La Cofepris no es una de ellas. Ni antes de la 4T ni mucho menos ahora. Por una sencilla razón: para aprobar o no aprobar cualquiera de estas vacunas, el fabricante debe haber terminado la llamada fase 3, y entregar el conjunto de los resultados a las instancias regulatorias. Algunas tienen mayor capacidad, mayor experiencia, mayores recursos para escudriñar esas bases de datos, todas las pruebas de las tres fases, todos los considerandos y llegar a una conclusión. Eso es lo que ha sucedido con Pfizer y Moderna en Estados Unidos, con Pfizer en Europa y con AstraZeneca en el Reino Unido.
En Estados Unidos la instancia regulatoria es la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), en Europa es la agencia Europea de Medicamentos (EMA) y en el Reino Unido es la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos de Salud (MHRA). Es criminal empezar a vacunar gente con la Sputnik en México antes de que una de esas tres instancias haya ya aprobado para lo que según se llama “autorización de uso de emergencia”. No hay manera de saber si sirve o no antes de que una de esas instancias la apruebe.
No es un asunto de confianza en los rusos; unos pueden tenérsela. Otros —como yo— no. Pero eso es lo de menos. Lo importante es que no se cometa otro acto criminal en México, como empezar a inyectar gente con una vacuna que no ha sido aprobada por ningún país altamente industrializado, o rico o con capacidad reconocida mundialmente para aprobar ciertas vacunas o medicamentos. Argentina y Bielorrusia no califican como tales.
La única razón por la que López Obrador decidió apelar a Putin es porque está desesperado. Sabe que no van a llegar las vacunas que prometió. Sabe que el desempeño del gobierno en lo que se refiere a la vacunación va a tener un impacto decisivo en el resultado electoral de Morena a principios de junio. Pero no se le pudo haber ocurrido peor idea que recurrir a Vladimir Putin, y a uno de los países menos regulados, más opacos y más corruptos del mundo. ¿Según quién? Prácticamente todos los observadores, y en particular los millones de rusos que desconfían y no quieren aplicarse la vacuna Sputnik y las decenas de miles de manifestantes que hoy protestan contra la detención arbitraria de Alexei Navalny en las calles de todas las grandes ciudades de Rusia.