En el debate sobre la vacunación —o no— de los médicos privados, hay una discusión legítima de prelación, y a la vez un tufo de resentimiento social y de rechazo a la medicina privada que huele a Cuba. El ha sido cuidadoso de no pasarse en la retórica, y en dejar abiertas algunas puertas. Pero sus partidarios son como los borrachos y los niños: dicen la verdad que otros callan.

Ilustración Kathia Recio

En un spot de  transmitido en Baja California Sur, se nota claramente la diferencia que ese partido y sus candidatos establecen entre los médicos privados y los públicos. Es tan extremo que algunos dudan de su veracidad, sospechando que sea fake. Sostiene lo mismo que López Obrador con su pésimo chistorete del “¿Qué tienes… ? ¿Qué bienes tienes?”. El spot describe cómo los médicos privados se enriquecieron durante el “período neoliberal”, cobrando “¡hasta 1 500 pesos la consulta!… ¿Cuántos días de trabajo necesita el pueblo para pagar eso?”. Pero que eso ya se acabó.

Ahora, las cosas han cambiado, y no podrán vacunarse los privados hasta que les toque. Claro, si hay un médico del ABC que tenga más de sesenta años, puede inocularse pero por ser adulto mayor, no por médico, salvo algunos en zonas hospitalarias covid. En cambio, un joven doctor del IMSS puede vacunarse por ser parte de la medicina pública, aunque los riesgos a los que se halla expuesto son los mismos que los privados, toda proporción guardada; es decir, si se encuentra en la línea de combate a la pandemia, o en otras especialidades o instituciones.

En Chile, no ha habido distinción entre médicos públicos y privados. Todos han sido considerados personal esencial, y han sido vacunados como tales, junto con los adultos mayores. Es un país con una gran tradición de medicina pública, privatizada durante la dictadura, y medio resocializada en la época de la Concertación. En Francia, donde hay seguridad social universal, con un pagador único, pero con la existencia de un sector importante de médicos y hospitales privados, no se estableció ninguna distinción entre las vacunas para personal médico público o privado. Tampoco fue el caso en Reino Unido, donde los del NHS y los “independientes” recibieron el mismo trato; igual en Canadá o Japón, por ejemplo.

Sería difícil argumentar con razones de por qué a unos sí y a otros no. Es obvio, como lo formula Leo Zuckerman en su artículo de ayer, que se trata de razonamientos ideológicos. Pero, ¿de qué tipo? ¿Qué se busca? ¿Que los médicos y hospitales privados y las compañías de seguros cobren menos? ¿O que desaparezcan y vayamos hacia un sistema de medicina completamente socializada? Por cierto, en Dinamarca, un importante porcentaje de los General Practitioners son independientes, y reciben un ingreso igual al de los médicos del sector público.

Estigmatizar a los médicos privados al no vacunarlos hasta que “les toque” por edad, no por profesión, equivale a considerarlos “no esenciales”. ¿Será el caso de los maestros de las escuelas y universidades privadas también? Salvo en lo que queda de los países socialistas —Cuba y Corea del Norte— existen pocas sociedades donde toda la educación y toda la medicina son públicas. Hay sistemas de seguridad social universal, sistemas híbridos, y sistemas esencialmente privados, como en Estados Unidos.

Me imagino el escándalo que se hubiera armado en California o Nueva York, por ejemplo, si vacunaran a los profesores de las universidades públicas, pero no de las privadas… Pero por escándalos no paramos.

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