La semana pasada, en este espacio dije que el presidente López Obrador evadía el tema del crecimiento económico porque los resultados son muy malos. No tiene nada que presumir. En esta ocasión presento otro asunto que  convenientemente esquiva en sus diatribas diarias: la que existe en el país.

Éste es un problema que el actual mandatario heredó de sus dos antecesores. La ola de homicidios dolosos (el mejor indicador, creo, para medir la violencia de una sociedad) comenzó durante el sexenio de Calderón. Y aunque bajaron entre 2011 y 2014, luego explotó de nuevo en los años restantes de Peña.

En su campaña, AMLO prometió pacificar el país. Era un compromiso muy importante porque en 2018 ocurrieron 29 mil 98 homicidios dolosos: casi 80 por día en promedio. Tanta violencia, por tantos años, nos había, por un lado, acostumbrado a ella pero, por el otro, hastiado. Un hartazgo social que favoreció al candidato opositor en las urnas.

López Obrador lo utilizó en su campaña enmarcándolo en el tema más amplio de la corrupción de los gobiernos pasados. Propuso un nuevo enfoque: regresar a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles e implementar programas sociales para desincentivar el reclutamiento de por parte de los grupos delincuenciales. Lo resumía con una de sus frases favoritas: “Abrazos, no balazos”.

Llegó AMLO a la Presidencia e hizo exactamente lo contrario en cuanto al y la Marina. Desapareció la Policía Federal, legalizó la presencia de las Fuerzas Armadas en labores de seguridades públicas y estableció una nueva Guardia Nacional controlada por éstas. Como en tantas cosas, el mandatario les dio todo el poder a los militares para resolver este problema.

¿Cuál ha sido el resultado?

Si queremos ver el aspecto positivo, se estabilizó el crecimiento de los homicidios dolosos en el país. En 2019 tuvimos 29 mil 483 y, en 2020, 28 mil 828, prácticamente los mismos de 2018. Tres años con un promedio de alrededor de 80 asesinatos por día.

Pero esto no fue lo que prometió AMLO. La realidad, por más que se quiera endulzar, es que la violencia sigue siendo parte del panorama cotidiano de este sexenio, tal y como fue con Calderón y Peña.

Se trata de un del actual. El propio Presidente, en una de las poquísimas autocríticas de su administración, así lo reconoció en septiembre de 2019 en su Primer Informe de Gobierno:

“Aunque todavía tenemos que trabajar mucho porque no son buenos los resultados en cuanto a la disminución de la incidencia delictiva en el país, se está atendiendo el problema y constituye nuestro principal desafío, pero yo soy un hombre de desafíos, de y soy perseverante y por eso puedo decir que estoy seguro de que vamos a lograr serenar al país, se va a pacificar , eso es un compromiso”.

Pues he aquí que estamos en mayo de 2021, en vísperas de la elección intermedia, y el país no se ha pacificado. El gobierno de AMLO sigue en falta. Su estrategia de militarizar la seguridad pública no ha funcionado.

El experto en seguridad Eduardo Guerrero así lo explica en un reciente ensayo:

“Las razones del fracaso son múltiples. Sin embargo, probablemente el aspecto clave fue un error de cálculo. Durante el periodo de transición y los primeros meses del gobierno, el Presidente y su círculo cercano parecían tener convicción en que, ante los gestos pacifistas del gobierno, habría una disminución significativa de la agresividad del crimen organizado. Esta convicción se sintetizaba en el eslogan “abrazos, no balazos” (que, por cierto, va cayendo en el desuso conforme avanza el sexenio y las ejecuciones se acumulan). Desafortunadamente, el panorama criminal en México es demasiado complejo, y el desarme voluntario simplemente no está ni en la lógica ni en las posibilidades de los cárteles y las mafias que operan en el país. La supervivencia de estos grupos frente al continuo asedio de rivales, e incluso algunos de sus negocios más lucrativos, dependen directamente de su capacidad para ejercer la violencia”.

Es claro: la solución no está en la presencia militar en las calles o en más programas sociales para los jóvenes. Como hemos dicho a lo largo de muchos años, la solución de fondo es fortalecer toda la cadena de instituciones para abatir los índices de impunidad en el país: policías, fiscales, jueces y cárceles. En eso, AMLO no ha hecho nada. Incluso les ha bajado el a algunas de estas instituciones. Así, me temo, nunca logrará pacificar a México.

 

           Twitter: @leozuckermann

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