¿Regresaremos al tráfico de todos los días? Si nos guiamos por las últimas semanas, el que vivimos en las principales ciudades del país se parece mucho al de antes, pero todo indica que el remoto y el modelo híbrido de educación estarían reorganizando nuestra movilidad en los años por venir.

Si conoces alguien que recientemente se haya mudado con su familia a una localidad menos poblada o una amiga, amigo, que no regresará a la oficina, pero seguirá en su puesto vía remota, es posible que estemos ante una tendencia que se ampliará en y en el mundo. La nueva realidad que impone la pandemia permanecería, debido a que muchos de los fundamentos del trabajo cambiaron radicalmente.

Primero, miles de profesionales se han dado cuenta de que su desempeño no depende de su presencia física y casi todos los estudios de productividad disponibles destacan que hemos trabajado más horas en la sala de lo que lo hacíamos en un cubículo. A la par, hemos aprendido a manejar mejor nuestro tiempo, hacer pausas, establecer rutinas e iniciar nuevas relaciones con la familia en espacios abiertos, conectados y cercanos a nuestro hogar.

Tan solo la oportunidad de salirnos de una ciudad, de una capital, para buscar un espacio más grande, con áreas verdes, un jardín particular, escuelas a unos metros, es una realidad impensable antes de esta crisis sanitaria.

Lo mismo que entrar en contacto con personas de otros países, buscar en compañías que no tienen oficinas físicas en México y hasta hacer negocios sin movernos de la pantalla de nuestra computadora personal.

De acuerdo con las previsiones de consultoras y firmas de riesgos, el trabajo a distancia permanecerá incluso cuando ya no tengamos la incertidumbre de enfermar de la Covid-19. Los edificios corporativos no serán necesarios a toda su capacidad, porque la resistencia a dejar una calidad de vida ya ganada será mucho mayor que el deseo de volver a convivir ocho horas (o más) bajo el mismo techo de una oficina.

Y además están los traslados. Mucho del desgaste físico y mental de nuestra época proviene de las dos o tres horas que pasamos por la mañana para acudir a nuestro centro de trabajo y la misma cantidad de tiempo empleado para regresar. Es prácticamente una jornada extra que se pasa en el transporte público o en el automóvil.

La pregunta es ¿qué haríamos si entre el 20 y 30 por ciento del tráfico no regresara nunca a las calles? El impacto en la salud personal sería significativo, en la movilidad y en el futuro de ciudades, como la , en donde tenemos un problema de falta de espacio y necesitamos redes de transporte masivo que atiendan a una población flotante que puede doblar el número de personas que convivimos diariamente en ella.

Pero esta realidad se aplica a cualquier otra gran urbe de la República, la cual concentra los servicios, las oficinas de trámites, las atracciones turísticas y los empleos que son indispensables para seguir adelante.

Sin embargo, algo está cambiando y será una de las pocas cosas que podremos agradecer a este virus. Miles de personas ahora conocen cuánto pueden producir sin tener que moverse del mejor lugar que tenemos: la casa. También saben que no es necesario trasladarse para que su empresa sepa qué y cómo hace sus tareas, además de que pueden mantenerse conectados prácticamente todo el tiempo para atender eventualidades.

La forma de reclutar talento se modificará de la misma manera. Muchas y hombres pueden encontrar trabajo en otro país y no moverse del suyo. Salvo por las adecuaciones fiscales y los trámites migratorios, una empresa está en posibilidades de lanzar una convocatoria mundial para encontrar a la candidata o al candidato ideal y no tener que trasladarlo a ningún sitio.

Hace no muchos años, una opción para millones fue comprar en estados cercanos a la capital y conducir o tomar el transporte para buscar un mejor puesto, con un mejor salario y prestaciones superiores. Vivir en Morelos, Hidalgo, Estado de México, Tlaxcala o Puebla era una decisión de vida que implicaba sacrificar comodidad por espacios más grandes y a un precio más conveniente.

Próximamente podríamos ver a compañías e instituciones hacer ofertas de empleo con el requisito de no moverse de la localidad de residencia o hasta promover la mudanza a lugares más tranquilos, a cambio de romper el paradigma de los edificios de cristales, los cubículos y las inconveniencias de pasar demasiado tiempo mirando el camino desde el autobús o el coche. Y será para bien, creo.

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