La metáfora de los molinos de viento con los que el Quijote de la Mancha se enfrentaba creyéndolos enemigos, cuando en realidad se trataba de seres fantásticos o imaginarios, encaja perfectamente en el México de hoy, en el que el Presidente no cesa de empuñar su lanza contra toda clase de supuestos adversarios, que amenazan su ‘reino’ o no quieren doblegarse ante él.
No hay día en que no la emprenda contra alguien, como cuando era un político de oposición.
Desde los gobernantes que le antecedieron en el llamado periodo neoliberal hasta universidades públicas, a los que lanza todo tipo de adjetivos y etiquetas.
En su discurso de toma de posesión, la emprendió contra los ex presidentes, a los que acusó de corruptos y solapadores, pero sin perseguirlos. Disolvió los fideicomisos, porque según él todos desviaban recursos, con lo que miles de mexicanos truncaron proyectos. Ordenó cerrar las estancias infantiles para acabar con los esquemas de corrupción que, según él, las regía.
Acusó a los padres de niños con cáncer de dejarse manipular por una campaña imaginaria para sabotear a su gobierno, cuando lo único que demandaban era tratamientos que su gobierno canceló, para salvar a sus hijos.
La lista de molinos parece interminable. Al inicio de la pandemia, la emprendió contra los empresarios a quienes dejó solos frente a la crisis. Se lanzó contra los abogados que trabajan para empresas extranjeras que “quieren seguir saqueando a México”. Insultó la integridad de jueces y magistrados al afirmar que “el poder judicial está podrido”.
A los ejércitos enemigos se sumaron los ministros de la Suprema Corte por resistirse a reducir sus ingresos o por emitir fallos contrarios a sus intereses; ha descalificado y pretende apropiarse del INE, del Tribunal Electoral, el INAI, la Comisión Federal de Competencia Económica, Cofece, la CRE y la CNH.
Asegura encabezar un régimen de libertades, pero estigmatiza a cientos de periodistas, activistas e intelectuales que lo cuestionan, inclusive particulares que se congregan para formar alianzas políticas opuestas a su proyecto.
En sus batallas, el Quijote del Siglo XXI ha ido más lejos de lo que podemos suponer. En este afán de dividir en vez de sumar, criticó a la clase media mexicana. Y más recientemente, su régimen ha intentado en tres ocasiones llevar a penales de máxima seguridad a un grupo de científicos, investigadores y ex funcionarios de Conacyt, acusados de presuntos actos de corrupción que no ha podido probar.
Hoy, el monumental molino de viento al que se enfrenta con alucinante furia, es la UNAM, a la que culpa de haberse ‘derechizado’ y de defender el neoliberalismo. Sugiere inclusive que se reforme, atentando contra su autonomía.
En su sueño, la ha emprendido también contra las organizaciones civiles. Por añadidura acorrala a todas aquellas personas físicas y morales que destinan millonarias sumas en favor de los más desprotegidos, reduciendo los montos de las deducciones filantrópicas.
Son las andanzas de un Quijote que cree en su imaginario estar dejando en el camino a miles de enemigos que tuvo que aniquilar para defender sus feudos y perpetuar el poder, sin escuchar las recomendaciones de un Sancho Panza al que mandó cortar la lengua por haberle sugerido tender puentes y buscar alianzas para fortalecer a la República.