La Fiscalía General de la República (FGR) cambió el trato privilegiado que le había dado a Emilio Lozoya en el caso de los sobornos que recibió de la constructora brasileña Odebrecht. Los fiscales habían considerado al exdirector de Pemex como testigo protegido, permitiéndole acogerse al criterio de oportunidad que otorga la ley. A cambio de que Lozoya pudiera seguir su juicio fuera de la cárcel, éste tendría que testificar y otorgar pruebas que incriminaran a superiores jerárquicos y otros políticos de alto perfil.
Una vez repatriado a México, Lozoya presentó una escandalosa denuncia de hechos que involucraba a varios políticos panistas, incluyendo al expresidente Calderón, a excompañeros suyos del gabinete, como Luis Videgaray, y a su exjefe, el presidente Peña. La denuncia se presentó mediáticamente con bombo y platillos en las conferencias mañaneras del presidente López Obrador.
El caso Odebrecht-Lozoya prometía ser el misil atómico en contra de la corrupción de los gobiernos del PAN y del PRI.
Sin embargo, pasaron 16 meses y Lozoya lo único que presentó para sustentar sus dichos fue unos videos que exhibían a presuntos funcionarios menores de Pemex entregando dinero en efectivo a asistentes de legisladores panistas. Con prontitud, y violando el debido proceso de los presuntos inculpados, se hicieron públicos estos videos.
Eso es todo lo que dio Lozoya. Nada más. Ninguna prueba contundente para comprobar empíricamente sus explosivas declaraciones.
Mientras tanto, el testigo protegido de la FGR estaba en libertad y, al parecer, gozando de una vida relativamente placentera. Así lo vimos en la famosa fotografía tomada por la periodista Lourdes Mendoza, donde aparece comiendo suculentos platillos en uno de los mejores restaurantes de la Ciudad de México.
Esa foto en el Hunan fue, al parecer, la última gota que derramó el vaso del caso Lozoya. La mismísima imagen de la impunidad. Una burla para la FGR y, por extensión, al gobierno de López Obrador, que tanto capital político le apostó a la persecución judicial de este asunto. Lozoya cenando pato pequinés, mientras que Videgaray daba clases en Massachusetts y Peña se exhibía en pleno romance a las puertas de un lujoso hotel de Roma.
Supongo que la FGR finalmente se cansó de esperar las pruebas que prometió proveer Lozoya. Ayer, los fiscales solicitaron que lo encarcelaran preventivamente. El juez accedió. Se acabó, así, la grosera impunidad para Lozoya. Ahora tendrá que defenderse desde la cárcel.
Pero no nos vayamos con la finta de que esto es una victoria para la FGR y el gobierno de AMLO. Para nada. Al revés. Se trata de un fracaso. El misil atómico acabó en un tiro de resortera.
Lo que hizo la FGR fue hundir los costos de una mala inversión con el fin de salvar algo de cara. Asumir las pérdidas y salirse del juego para no seguir dilapidando más fichas creyéndole a un impostor que los engañó vilmente.
Lozoya se merece estar en la cárcel. Es un criminal confeso. Admitió haber recibido sobornos de Odebrecht durante la campaña de Peña y luego como director de Pemex. Reconoció que se quedó con parte del dinero mal habido. Es un corrupto caradura que, hasta ayer, se comportaba con la arrogancia de los que se sienten intocables.
A la FGR y al gobierno de AMLO se les cayó el caso que prometía ser el más importante de combate a la corrupción en muchos años. No se lo van a perdonar a Lozoya, quien seguramente pasará muchos años tras las rejas.
La pregunta es si alguien va a llamar a cuentas al fiscal Gertz Manero por la fallida gestión de este asunto judicial.
Hoy han de estar muy felices varios de los involucrados en la declaración de hechos de Lozoya. Desde luego, Lourdes Mendoza, quien se sintió difamada y tomó la famosa fotografía del Hunan, que cambió dramáticamente el destino de este caso. También todos los panistas involucrados, comenzando con el exsenador José Luis Lavalle, encarcelado por los testimonios de Lozoya, seguido de Ricardo Anaya, quien siempre ha negado haber recibido dinero alguno del exdirector de Pemex, y el gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, igualmente involucrado.
Pero me imagino que los más felices han de ser los priistas Videgaray y Peña. Al parecer, ya quedó claro que Lozoya no tiene pruebas que los incrimine. Por tanto, seguirán dando apaciblemente clases en el MIT y jugando golf en Madrid. Tendrían que mandarle un buen vino de regalo al fiscal Gertz para agradecerle lo “bien” que manejó el caso Lozoya durante más de año y medio.
Twitter:@leozuckermann