Quienes vivieron su primera infancia a finales de los cuarenta y primera mitad de los cincuenta, el “te voy a acusar” era tan atemorizante como una actual advertencia del SAT o los miembros de un cártel. Por supuesto el mayor ejecutor del castigo que implicaba alguna acusación era la madre, muy difícilmente se decía con tu papá, con la maestra o con el director. La mayor autoridad era la madre, en una época, en que no se mencionaba la equidad de género, los derechos de las o las familias homoparentales. Las consecuencias han sido diversas dependiendo de la estructura total de la familia, el carácter individual de los hijos y sobre todo el desarrollo que cada cual fue alcanzando a lo largo de la vida. ¿Considera “normal” que, en esta época de plena información, una madre indique a su hijo ya mayor de edad, como debe conducirse luego de un obvio error o incluso legal?

También en aquella época, se hablaba, de la posibilidad de conocer cómo eran los padres, a partir de la observación o disfrute de los vástagos, pero imagine: una familia de cuatro chicos, 2+2 o sea equilibrada, la primera mujer resultó aspiracionista, el varón primogénito ¡por supuesto consentido! Se desempeñó toda su vida como ejemplo del desorden, la ausencia de cuidados, nada responsable con las estructuras –empezando por observar los cajones de ropa de la recámara- que compartía con el siguiente varón, quien siempre ha sido obsesivo, colérico y diríamos cargando la amargura de no ser el simpático del grupo; y lo que entonces se llamaba el pilón, resultó ser una personaje cuya escasa sonrisa siempre ha sido de pose, en vaivenes entre el deber ser y lo que quiero hacer, carente de lealtad basando toda su existencia en las simulaciones. ¿Qué tipo de acusaciones se le habrán hecho a esa madre respecto de tales cuatro descendientes tan disímbolos?

Pero aun peor, sitúese en una familia, donde la madre decidió ser soltera o llegó a ese punto por un divorcio y solo procreó un hijo ¿Es bueno o malo que -aun siendo un personaje en la academia, la política o cualquier ámbito- esa madre lo siga controlando con un movimiento de ojos? ¿Qué hacia esa mamá cuando en la infancia alguien acusaba a su pequeño? ¿Son este tipo de padres, los que condenan a tales futuros adultos a ser solterones maduros? ¿Este tipo de madres son las que fueron conformado el modelo odioso de “la suegra”?

Es mucha la literatura que podemos consultar de esta materia; pero magnificar una conducta que ha sido rebasada por el paso del tiempo, los avances de todo tipo y sobre todo la práctica de los derechos humanos, se convierte en un obsoleto discurso por decir lo menos. Por supuesto si lo que se busca es la aprobación de aquellos a los que la vida les está dando la oportunidad de existir en el séptimo u octavo piso de su existencia, con el premio de ser abuelos, la propaganda es buena ¿Qué resultado dará la repetición mediática de la acción de una madre que entregó a la policía a su hijo por haber sido parte de una pandilla? ¿Qué importancia tiene que dicho ejemplo se haya dado en un estado gobernado por la oposición? ¿Recuperar el perfil de las madres que de forma irregular se desempeñan como investigadoras, juezas y verdugos, es conveniente para ellas?

Aceptando sin conceder que este antiguo modelo sea mejor que el del siglo XXI, empecemos a preguntarnos, ¿Cómo fue la madre de Putin, Biden o Zelenzki? ¿Cuantas veces estos hoy líderes del planeta fueron acusados con sus mamás? Si acaso podemos constatar que sus madres fueron receptoras de las quejas de sus hijos, ¿qué hicieron para que uno fuera policía, otro dejara la carrera universitaria para ser comediante y el mayor de ellos, cambiara de religión y hasta apoyara en su momento a musulmanes y a Rusia? Salvo la excepción que en todos conocemos, lo cierto es que las madres que hoy tienen 40 o 50 años, ya no son el monstruo ante los cuales llegan las acusaciones de todo lo que hacen sus hijos. Si acaso y con relación a la gravedad del tema, se les hace saber su tendencia a hacerle bulling a algún compañero y nada más porque ahora puede resultar que los maestros sean hostilizados si intentan inculpar a los hijos con las madres o si omiten informales de los malos tratos de los más bravos.

Sea como fuere, hoy es raro, por decir lo menos, que los temas de o en general conducta no conveniente de los hijos sean inculpados con las madres y más raro aun que los tales hijos pueden recibir alguna medida disciplinaria eficaz, menos aun cuando la impunidad ha llegado al ámbito de la comedia, al difundir conceptos como que la maldad terminará si a los muy malos les otorgamos besos y abrazos. Aun cuando en el pasado, lo usual eran los chanclasos y los cintarazos, como una manera intuitiva de poner límites; ante una realidad en que tales métodos se han convertido en ley prohibitiva, para los padres o tutores, la seguridad de los niños para enfrentarse a la realidad, así como los principios básicos de convivencia que debieran funcionar desde la familia, al ser devaluadas las normas de autoridad muchas veces sin sustento más la realidad de padres que trabajan y maestros con temor a ser denunciados, el resultado son adultos , mayoritariamente, carentes de tolerancia, incapaces de manejar la frustración- porque no tiene trabajo o por ir perdiendo en una justa deportiva, alternando con caprichos, agresividad, dificultad para reconocer la autoridad, impulsividad y muchos más  como parte de los graves problemas de conducta, que nos hace sentir que estamos en medio de enemigos. ¿Ante quien podemos acusar a los autores de robos en casa, comercio, transporte público, transeúntes violentados y tantas otras cosas que nos obligan a permanecer encerrados en detrimento de nuestra libertad? Si acaso tenemos acceso a las madres, ¿tendrán estas, capacidad de reeducación de sus hijos infractores, pandilleros o delincuentes? Si la respuesta es afirmativa, ¿tendremos que convertir a estas madres en investigadoras, magistradas o carceleras para que además de conocer el remedio cuenten con el trapito para limpiar el desorden social al cual hemos llegado?

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