«La política es el arte de buscar
problemas, encontrarlos,
hacer un diagnóstico falso
y aplicar después
los remedios equivocados».

Groucho Marx

La madrugada del 21 de marzo de 2022, el llamado a ser el director general del NAICDMX descansaba con una expresión beatífica en el rostro, la de quien estaba en paz con la vida. En su sueño respiraba plácidamente sin delatar la menor ansiedad. Desde hace un par de años atrás soñaba cómo se precipitaba de grandes alturas en el vacío para recuperar la consciencia cuando estaba a punto de estrellarse en el piso. En cambio, en aquel feliz amanecer, ya no se dolía de los golpes descontrolados del corazón que amenazaban con romperle el pecho cuando un conjunto sucesivo de imágenes terribles lo despertaban empapado en un charco de sudores helados.

En sus ensoñaciones empezó a escuchar el Himno Nacional interpretado con entusiasmo y rigor marcial por la banda de la Marina Armada. Acomodó instintivamente la cabeza sobre la almohada a la espera de un espectáculo inolvidable. Los uniformes blancos, impolutos, le otorgaban una gran solemnidad al evento. Bastó con oír las voces del coro y contemplar a los asistentes puestos de pie con la cabeza descubierta y la mano derecha cruzada sobre el pecho, para alborozar hasta el último poro de su piel. Mientras se le rendían los honores a la bandera trató inútilmente de distinguir el rostro del presidente de la República, pero solo llegaba a reconocer la banda tricolor, en tanto su rostro surgía difuminado. Mientras resonaban las notas motivantes de la máxima oda mexicana, de pronto, en sus sueños, vio estacionados en sus respectivos hangares, provenientes de los cinco continentes, un gran número de enormes aviones civiles con sus colas decoradas con logotipos de diferentes colores.

El nuevo mandatario inauguraba el ultramoderno aeropuerto de Texcoco, el más renombrado del orbe. El NAIF, una central aérea similar a las viejas estaciones de camiones pueblerinas de mediados del siglo XX, había quedado reducido a una terminal de carga.

se convertía en el gran ombligo del mundo. Llegaban aviones tanto de EU, Canadá y América del sur, como de Asia y Europa, ellos llenos de turistas y de valiosa carga. Los dólares, euros, yuanes y yenes, entre otras divisas, entraban en las tesorerías de las empresas y en las arcas nacionales para convertirse en empleos, en utilidades para comerciantes e industriales, en abundante recaudación fiscal para provocar una brutal expansión económica en beneficio de toda la nación. El verdadero bienestar ingresaba por las ventanas de las viviendas del país. México se llenaba de inversionistas, nacionales y extranjeros; volvíamos a ser el país de la oportunidad, ninguna nación podía competir con nosotros, gracias a la construcción de un Estado de Derecho. En todas las asambleas de accionistas se hablaba del nuevo milagro mexicano. Se respetaban las reglas del juego en relación a la división de . Las se disparaban al infinito, junto con las reservas monetarias. Canadá y Estados Unidos ya habían levantado las draconianas sanciones impuestas a México por las descaradas violaciones al T-MEC…

Los cálculos habían funcionado a la perfección: se había proyectado que tan solo en su primera fase arribarían 70 millones de pasajeros, que según la IATA producirían una derrama de por lo menos mil dólares cada uno, o sea 70 mil millones de dólares anuales, más los enormes ingresos por el manejo de más del 50% de la carga nacional, recursos multimillonarios que ya soñaría tener la 4T. En el corto plazo, la abundante riqueza para todo México se dispararía al contar el NAICDMX con 135 millones de pasajeros por año, gracias a la existencia de 6 pistas paralelas con aproximación triple simultánea.

Muy pronto, al escuchar a la distancia la voz de en su conferencia mañanera, el candidato frustrado a ser director cayó en cuenta que todo había sido una fantasía aérea. Por toda respuesta se cubrió el rostro con la almohada para tratar de huir, aun cuando fuera unos instantes, de la terrible realidad. El proceso de destrucción del país continuaría por mucho tiempo más…

(Tomado de mi novela México Roto).

www.franciscomartinmoreno.com

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