Existen decisiones tan sencillas que ni siquiera les préstamos importancia y otras son tan complejas que pareciera que se nos va la vida en ellas. Y es que hay de decisiones a decisiones. Por ejemplo, existen decisiones tan cotidianas como la corbata que el presidente portará o tan banales como si atenderá su práctica de béisbol. El alcance de este tipo de decisiones es meramente particular, sin embargo, cuando se trata de elegir sobre la relación con nuestro vecino del norte, ¡aguas! Ahí la cosa cambia, pues se trata del interés y bienestar nacional.
Luego de casi dos años de no haber viajado al exterior, el presidente de México optó por asomar la nariz en la capital de Estados Unidos en julio de 2020. Justo en medio del proceso electoral presidencial. En dicha ocasión, el expresidente republicano Donald Trump, quien además era uno de los contendientes, decidió recibir con bombo y platillo a su homólogo mexicano en el Despacho Oval, para luego ofrecer una conferencia de prensa, en la cual AMLO se esmeró en hablar de los merecimientos de Trump. En cambio, al ganar la elección presidencial en noviembre de ese mismo año, Joe Biden recibió la felicitación oficial del gobierno mexicano casi hasta el último porque, en palabras de AMLO: “nosotros vamos a estar avalando de que hubo fraude”.
Después de la renuncia (forzada) del expresidente boliviano Evo Morales, “México” le dio asilo. Así es, le pagamos hospedaje, comida, seguridad, transporte y hasta sus paseos. Además, el 16 de septiembre de 2021, fecha emblemática para los mexicanos, López Obrador encabezó el desfile militar acompañado por el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, ocasión que el tabasqueño aprovechó para solicitar que Estados Unidos levantara el embargo hacia Cuba. Es decir, López Obrador hizo lo que tantas veces ha reclamado: violó el principio de no intervención.
Al tiempo y con especial entusiasmo, el mandatario mexicano realizó una gira de trabajo por Guatemala, El Salvador, Honduras, Belice y Cuba. Un día después, durante su conferencia de prensa matutina se desvivió en halagos hacia el presidente de Cuba.
Obrador desdeñó la invitación para participar en la Cumbre de las Américas, justificando su inasistencia por no haber incluido a Venezuela, Nicaragua y Cuba, cuyos regímenes contrarían a la democracia. Como “premio de consolación”, AMLO decidió visitar a Biden en la Casa Blanca. A diferencia de Trump, esta vez no hubo intercambio de regalos, mesas de trabajo ni una declaración conjunta, sólo un largo discurso lopezobradorista que no dejó buen sabor de boca a sus anfitriones. Pa´ amolarla de acabar, como dijera “Jorge Bueno” (Negrete), ya en casa, Andrés Manuel se mofó de las acusaciones de una supuesta violación al TMEC: ¡Huy que miedo! Mira como estoy temblando. Claro, de lejos le salió lo valiente; pero, el que se lleva, se aguanta.
Si Andrés Manuel confía en que aplicar estas decisiones como estrategia debilitará a Marcelo Ebrard como aspirante presidencial, podría salirle el tiro por la culata, pues la formación internacionalista del canciller y el talento que ha mostrado en situaciones adversas ha generado simpatías en el extranjero. En cambio, votar por Claudia Sheinbaum representaría la continuidad hacia un futuro económico nada prometedor.
Post scriptum: “Una es casualidad, dos es coincidencia, tres o más son necedad”, FR.
* El autor es doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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