Hay un aspecto que francamente me desespera de nuestro país: desaprovechar tantas oportunidades que se nos presentan. En este caso, económicas.
La pandemia de covid-19 afectó a muchas empresas estadunidenses que no recibieron sus insumos o productos debido a la lejanía de sus fábricas en países orientales, en particular China. Esto, desde luego, por el confinamiento que obligó al cierre de muchas ciudades y puertos. Perdieron mucho dinero y, con toda razón, prometieron que no les volvería a suceder algo igual.
Fue entonces que se hizo más atractivo el llamado nearshoring, es decir, la producción cerca de los mercados de consumo. De pronto, México se convirtió en un lugar más rentable para poner fábricas gracias a su cercanía con Estados Unidos. Y es que, efectivamente, Ciudad Juárez está más próxima a ese país que Shanghái.
Esto explica por qué actualmente hay una enorme demanda por terrenos industriales en la frontera norte de México. El problema, como me han dicho algunos empresarios, es que hay tierra, pero carecen de los servicios básicos necesarios, en particular electricidad, un insumo ineludible. Ahí, pues, una alta demanda para poner empresas en México frente a una escasa oferta de servicios básicos.
Añádase a esta maravillosa oportunidad que trajo la pandemia (algo bueno tenía que haber dejado el maldito bicho) el creciente enfrentamiento de Estados Unidos, la potencia establecida, con China, la potencia emergente. Estos dos países, que hoy dominan en la economía mundial, cada vez traen más pleito, tal y como el historiador Tucídides predijo hace siglos, es decir, cuando hay una potencia hegemónica en declive y otra en ascenso.
Recordemos que el expresidente Trump les impuso aranceles a los productos chinos como una manera de proteger a la industria estadunidense. Su sucesor, Joe Biden, los sostuvo, lo que demuestra que el enfrentamiento entre las potencias no es una cosa partidista en Estados Unidos. En realidad, existe un consenso político acerca de que ese país tiene que desafiar económica y tecnológicamente a China.
Un ganador de esta pugna podría ser, sin duda, México. A nuestro país se le abren inmensas oportunidades de ganar participación de mercado en la manufactura de exportaciones hacia su principal socio comercial.
En su pasada visita a México, el secretario de Estado, Antony Blinken, invitó al vecino del sur a participar en un plan cuyo objetivo es desarrollar las industrias de semiconductores y electromovilidad de la región de Norteamérica. Estamos hablando de tecnologías de punta que serán apoyadas con miles de millones de dólares por parte del gobierno estadunidense.
Son grandes oportunidades que México está desperdiciando. Si ya las estuviéramos aprovechado, la economía no estaría estancada, sino creciendo al 4% anual, tal y como prometió el presidente López Obrador en su última campaña. Pero no, los mexicanos estamos papando moscas o, peor aún, discutiendo nimiedades.
En los últimos días, el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) publicó su Índice de Competitividad Internacional 2022, donde se compara esta variable en las principales 43 economías del mundo.
Resulta que México aparece en el vergonzoso lugar 37. Estamos muy lejos de los países nórdicos, que acaparan los primeros sitios. Pero también de nuestros dos socios comerciales de América del Norte. Chile y Perú están mejor que nosotros. La buena noticia es que Brasil y Argentina están por debajo, digo, por si se quiere ver el lado positivo de este estudio.
Reviso el reporte del Índice y veo los problemas recurrentes de hace muchos años. Nuestro pésimo Estado de derecho, por ejemplo. Lo mal que seguimos en educación. La creciente violencia que tanto afecta al aparato económico. La persistencia de la maldita corrupción. La excesiva dependencia que tenemos de Estados Unidos para nuestras exportaciones.
Han pasado gobiernos priistas, panistas y ahora morenistas y ahí siguen los mismos problemas que nos impiden mejorar la competitividad del país. Este sexenio, incluso, hemos empeorado. La realidad es que la llamada Cuarta Transformación ha sido un fracaso para la economía nacional. Una economía estancada que no crece porque estamos desperdiciando oportunidades de oro. Qué coraje.
Twitter:@leozuckermann