Creo que Ebrard sería un buen Presidente de . Tiene todo para hacerlo: preparación académica, capacidad, experiencia y sentido político. Fue un excelente jefe de del Distrito Federal. Con él, mejoró la seguridad, se construyeron varias obras importantes de infraestructura y, quizá lo más importante, impuso un sello liberal a la capital. Legalizó, por ejemplo, el derecho de las a interrumpir un embarazo, algo que nunca se atrevió a hacer López Obrador cuando gobernó la ciudad.

Si hay algo que se le puede criticar a Ebrard es su aversión a tomar decisiones arriesgadas a la hora de la verdad.

En este espacio lo he criticado por timorato. Pienso que se equivocó en 2011 cuando aceptó los resultados de la encuesta que se hizo para designar al candidato presidencial de la izquierda. A pesar de haber ganado en algunos reactivos de la encuesta, Ebrard no quiso enfrentarse a  y le dejó el lugar para la elección del 2012. Con el viento que tenía a su favor, y los recursos de la Jefatura de Gobierno, era su oportunidad de oro para lograr su sueño anhelado: ser presidente.

Se dice que Ebrard escuchó el consejo de su mentor, Manuel Camacho, quien le dijo que no valía la pena dividir a la oposición y dejar que Peña ganara la elección. Con todo el aprecio que le tuve a Camacho, creo que se equivocó. El priista igual triunfó en 2012 y Ebrard acabó en el ostracismo. Tuvo que irse seis años al exilio por la persecución política de su sucesor en la capital, Miguel Ángel Mancera.

Quizás, en 2011, Ebrard hizo un análisis de costo-beneficio y resolvió que lo conveniente era dejar pasar a López Obrador. Pero, al privilegiar esta evaluación cerebral, demostró que le falta algo importante que todo político eficaz debe tener: pujanza, las ganas y fuerzas para aventarse una buena pelea de vez en cuando para dar el siguiente paso. No tuvo los “tamaños”, diría el clásico en estas épocas de corrección política.

¿Habrá llegado la hora de demostrar que sí los tiene?

El sábado, Ebrard arrancó su campaña para ser el candidato presidencial de Morena en 2024. En la presentó a su de operadores electorales en los 300 distritos del país. Quiere, dijo, ganar la nueva encuesta que se llevará a cabo el año que entra para decidir la candidatura morenista.

Ebrard es un tipo inteligente. Sabe perfectamente de la importancia de salir arriba en la encuesta. Pero también sabe que, a final del día, López Obrador decidirá quién será el candidato de Morena. También percibe que, hoy por hoy, la favorita de AMLO es  y que ya se echó a andar la “cargada” a favor de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Ebrard va a hacer todo para ganarle a Sheinbaum en la encuesta. De hecho, en las que han salido publicadas en los medios, el canciller tiene un reconocimiento de nombre más alto que la jefa de Gobierno. Pero todavía falta mucho para que se levante la encuesta definitiva y, además, los resultados van a depender de cómo se hagan las preguntas y qué reactivos se utilicen para determinar al ganador. Pura faramalla porque, reitero, al final la decisión será un dedazo de AMLO.

Si el Presidente señala con su dedo a Marcelo, estará muy cerca de cumplir su sueño, que ya verbalizaba desde sus épocas de estudiante en El Colegio de México.

Creo, sin embargo, que el dedo de AMLO apuntará hacia otro lado. El tabasqueño ha demostrado ser muy vengativo y no le perdona a Marcelo que lo haya desafiado en el 2011. Además, López Obrador sabe que, de las tres posibles corcholatas, Ebrard es al que menos podría mangonear desde su rancho si éste se sienta en la silla presidencial.

Hoy, por eso, dudo que Ebrard vaya a ser el elegido por el líder indiscutible de Morena. Y, si esto ocurre, Marcelo tendrá que demostrar, de nuevo, de qué está hecho.

Si le juegan chueco y/o no queda él como candidato, ¿romperá con AMLO y Morena?

Si lo hace, podría buscar la manera de estar en la boleta por otro partido y, desde ahí, ganar la Presidencia. Corre el riesgo, sin embargo, que resurja el expediente judicial por el accidente de la Línea 12 del Metro, porque así se las juega AMLO. Ahí está el ejemplo de Alito Moreno.

Si no lo hace, y acepta otra vez una derrota, podría negociar un puesto en el próximo sexenio. ¿Líder de Morena en el Senado? Posiblemente. De ser así, Marcelo pasaría a la como un político que pudo hacer grandes cosas, pero no tuvo las agallas para echarse un buen pleito a la hora de la verdad. Lástima porque, insisto, creo que sería un buen presidente de México.

Twitter: @leozuckermann

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