Los avances tecnológicos vienen cargados de cuestionamientos sobre el impacto que ejercen en la vida humana. La masificación de la producción ha relegado la mano de obra y ha hecho obsoletos unos trabajos. Cierta vez se inauguró un elevador en un almacén departamental y junto con las escaleras eléctricas, hicieron el tránsito en la tienda más cómodo y ágil. Algunos recordarán la existencia de elevadoristas, criatura extinta cuya tarea era operar el ascensor. Abría y cerraba las puertas, oprimía botones y anunciaba el nombre de los departamentos. Los elevadores sofisticados no tienen botones, el usuario aborda habiendo programado el destino. El ser humano ha sido desplazado de actividades en las que las máquinas (supuestamente) ofrecen ventajas.

La automatización encierra la semilla de la nostalgia. Las tortillas hechas por una mujer con saberes de la masa son insuperables, tanto que, cuando uno las encuentra, se transforman de contenedor a contenido: qué importa de qué es el taco si la tortilla es hecha a mano (además, en un comal). Incontables objetos manuales no han sido superados por la maquinaria más moderna, desde arte, fotografía, joyería, diseño gráfico, ropa y sastrería, muebles, juguetes, masajes, entre otras cosas. Lo manual carece de la perfección odiosa de los moldes, de esa uniformidad que ahoga, del error involuntario, señal inequívoca de humanidad. ¿Es la (como ) realmente un avance o es el camino a nuestra condena?

OpenAI tiene el potencial de mejorar significativamente la vida humana a través de la inteligencia artificial. Por ejemplo, puede ayudar a resolver problemas globales como el cambio climático, la seguridad alimentaria y la atención médica. También puede mejorar la eficiencia en las empresas y liberar tiempo para que las personas se enfoquen en actividades más importantes. Además, OpenAI también está trabajando en tecnologías como el aprendizaje automático y el procesamiento del lenguaje natural, lo que puede mejorar la comunicación y la comprensión entre las personas y las máquinas.

El pasado campeonato mundial de futbol en Qatar redujo el margen de error en las decisiones. Un juego sin fallas arbitrales es otro deporte al que conocemos. Bajo el escrutinio lapidario de una máquina, el partido se aletarga y la polémica se extingue. ¿Llegaremos a extrañar el error? De pronto sentimos que tenemos demasiada tecnología en un lado, y muy poca en otro; ahí están las casetas de cobro de peaje en las carreteras mexicanas, incapaces de tener lectores de radiofrecuencia de vehículos a alta velocidad. Como sea, la inteligencia artificial se democratiza y abre posibilidades que animan y espantan.

OpenAI también tiene el potencial de tener efectos negativos en la humanidad debido a su poderosa tecnología de inteligencia artificial. Uno de los principales problemas es la automatización de trabajos que actualmente son realizados por seres humanos, lo que podría llevar a un aumento del desempleo y la desigualdad económica. Además, la inteligencia artificial también plantea preocupaciones éticas y de privacidad, ya que puede recopilar y utilizar grandes cantidades de datos personales. También hay preocupaciones sobre la posibilidad de que la inteligencia artificial pueda ser utilizada para fines maliciosos, como el espionaje y la manipulación. Por lo tanto, es importante que se tomen medidas para garantizar que la tecnología de inteligencia artificial de OpenAI se utilice de manera responsable y ética.

Otro vestigio de humanidad en extinción son las invitaciones de bodas. El papel, la caligrafía, la tinta, el lacre y el mensajero pronto serán reminiscencias sin retorno. Un archivo digital ha tomado su lugar. Además, un pedante sistema «inteligente» interactúa con los invitados para confirmar la asistencia. Sin duda es un proceso más eficiente y económico para los novios, aunque también mucho menos humano. ¿Habrá pronto festines matrimoniales en el metaverso?

Desde hace años hacemos trámites donde tenemos que probar que no somos robots. Toda la actividad humana está en la mira de la inteligencia artificial. Dos párrafos de esta columna fueron escritos por OpenAI. Anda, lectora, lector querido, dame esperanza, dime que sabes cuáles son.

@eduardo_caccia

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