Los avances tecnológicos son catalizadores de la naturaleza humana, posibilitan lo mejor o lo peor de nuestra condición. El catálogo de fraudes, embustes y un sinnúmero de ilícitos creció significativamente con la llegada del mundo digital. Cada avance trae enormes posibilidades de progreso y su correspondiente dosis de abusos. La inteligencia artificial y sus incipientes retoños son recursos con los que vamos descubriendo zonas grises en donde hay un vacío legislativo que es aprovechado para generar cuestionables beneficios.

Un creador digital chileno, con apoyo de la tecnología, desarrolló una canción llamada «NostalgIA», en la que, a una letra de su autoría, le puso melodía al ritmo de los mundialmente populares éxitos del cantante Bad Bunny, y no sólo eso, le añadió artificialmente la voz del puertorriqueño y la de otras dos celebridades, Justin Bieber y Daddy Yankee. La canción se convirtió en un sonado éxito en diversas plataformas. Está tan bien lograda que es muy difícil saber que se trata de una interpretación digital. Muchos fanáticos la consideraron como la mejor pieza del famoso intérprete de reguetón. El hecho provocó el enojo del boricua, quien llegó al extremo de pedir que aquellos que gustaran de «NostalgIA» dejaran de seguirlo. Luego del berrinche algunas plataformas retiraron la canción.

El joven chileno declaró: «Estoy dentro de todo lo legal», «mis canciones están registradas por derechos de autor», «el uso del filtro IA está permitido», «las composiciones son hechas por un ser humano», «y eso luego lo paso por un filtro de voz», «me dio emoción que el artista que tiene cinco años rompiendo todos los récords sienta un cosquilleo de alguien que está encerrado en la punta del mundo, o por un robot…». Claramente, este chico no ve que suplantar la identidad de alguien sea ilegal. Su argumento se fundamenta en decir que obró en el marco de lo permitido. A mí me parece una acción sin ética. El antídoto no serán más leyes, nada más, necesitamos educación que genere personas con capacidad reflexiva más allá de argumentos legaloides. Individuos convencidos de que hacer el bien es actuar sin dañar al otro, aunque no haya leyes y consecuencias de por medio. Personas que habiten la dignidad del otro y que juzguen sus propios actos con mirada ajena.

Me recordó El hombre duplicado, de José Saramago, donde plantea la existencia de dos personas idénticas y aborda inquietantes temas que nos ponen a reflexionar sobre la identidad, la crisis existencial de alguien que descubre su doble. En esa obra se menciona: «Los enemigos no nacen de nuestra voluntad de tenerlos y sí del irresistible deseo que tienen ellos de tenernos a nosotros». Ese irresistible deseo es quizá lo que motiva los plagios de identidad como el que he narrado, u otros delitos igualmente deleznables, como aquel joven que fue detenido por la policía cibernética luego de comercializar imágenes pornográficas artificiales de sus compañeras de clase.

Un creador de imágenes digitales con apoyo de inteligencia artificial hace cuadros «estilo Picasso» o «estilo Dalí» y más. No considera que está cometiendo un delito; dice: «un artista no puede poner registro de autor sobre su estilo». El talento de este creador digital es saber usar una herramienta contemporánea que a su vez usa el talento de artistas originales para desarrollar nuevas obras.

Como sea, estamos en la inquietante frontera de un mundo bajo pedido, un mundo de cuestionables ediciones. ¿Será cotidiano un futuro en donde los padres diseñen a sus hijos y escojan el color de sus ojos?, ¿se hará realidad la utopía fascista de tener grupos sociales segmentados y controlados por la apariencia?, ¿estamos ante el fin de la originalidad y el principio de que todo es duplicable?, ¿dónde deben ponerse los límites para los creadores digitales que se escudan en el vacío legal? La subjetividad de nuestra forma de ver el mundo debe ser cooptada con la objetividad de las leyes y estas, por el bien común. Sin este acuerdo civilizatorio, todo estará a la deriva. ¿Llegará el día en que el deseo de «ser como tú» se convierta en «soy tu otro yo»?

Por lo pronto, la inteligencia artificial está desnudando la falibilidad humana con una comprobable certeza: la originalidad está en peligro de extinción.

@eduardo_caccia

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