Hace unos meses, ya en medio de la sucesión presidencial, López Obrador decía que, una vez concluido su sexenio, él se jubilaría totalmente de la política. Se iría a vivir a su rancho en Chiapas donde se encerraría a piedra y lodo a escribir libros. No recibiría ni le tomaría la llamada a nadie.

Después del tsunami guinda del pasado 2 de junio, este discurso comienza a matizarse.

El actual mandatario dice, para empezar, que sí le tomaría la llamada a su Presidenta refiriéndose a . Perfecto. Acto seguido, aclara, que manteniendo su derecho a disentir.

¿Cómo interpretar esto?

Desde luego que López Obrador, como expresidente, tendrá todo el derecho del mundo de hablar con quien quiera y opinar lo que se le pegue la gana. Faltaba más.

La pregunta es por qué el cambio de su postura original.

Esta semana salió con un nuevo matiz.

Por lo que se entiende, su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, no se irá al rancho palencano a vivir con él. Se quedará en la . Ergo, el expresidente tendrá que venir a visitarla de vez en cuando. En esas ocasiones, reveló López Obrador, no viajará en avión comercial a la capital ni de regreso porque no quiere pisar los aeropuertos. Es lógico. El tabasqueño sabe a lo que se expone si se aparece por ahí, ya que aviones y aeropuertos están llenos de personas que no lo quieren y que podrían chiflarle si no es que mentarle la madre. Innecesario pasar estos tragos amargos. Mejor evitarlos.

El Presidente lleva años viajando en aviones de la Fuerza Aérea a diferencia de cuando comenzó su sexenio trasladándose en aeronaves comerciales. Ya como exmandatario no gozará del privilegio de usar aviones oficiales. O se va entonces por carretera (se hacen 10 horas de camino) o algún amigo rico le presta un avión privado, lo cual, obvio, será una gran nota por todo lo que eso representa.

El punto interesante, sin embargo, es que sí vendrá a la capital. Será difícil que venga de incógnito. Cualquier periodista de primer año de carrera verá una gran oportunidad de reportear el viaje del gran líder fundador de Morena a la Ciudad de .

Yo, como liberal, estoy a favor que los expresidentes hagan lo que quieran de sus vidas, incluso, que sigan involucrados en la política si así lo desean.

En todo caso, el problema lo tendrá la próxima Presidenta.

¿Hasta dónde seguirá López Obrador controlando el poder en México?

Ésa es la pregunta que todo mundo se hace desde tiempo.

Hay quienes le creen a López Obrador que se retirará de la política por completo para irse a vivir a su rancho. Que habrá una transferencia total del poder una vez que Claudia se ponga la banda presidencial.

Y hay quienes piensan lo contrario: que López Obrador está imposibilitado de jubilarse de la política porque lo trae en su ADN. Después de 30 años de estar todos los días participando en los juegos del poder, no podrá irse a escribir libros. Por tanto, tratará de seguir influyendo en la política controlando directa e indirectamente a Sheinbaum, quien será una especie de títere. “Otro Maximato”, arguyen los que así lo visualizan.

¿Quién tiene la razón?

No lo sé. Lo que sí sé es que la narrativa de López Obrador sobre su supuesta jubilación está cambiando. No sería la primera vez que así lo hiciera el genio comunicativo: ir ajustando los términos discursivos para acomodarlos a lo que realmente tiene planeado.

Recordemos, por ejemplo, que se pasó años enteros diciendo que a él lo dieran por muerto para la sucesión presidencial de 2006, cuando ya había decidido participar en esa contienda. Poco a poco fue cambiando la narrativa hasta destaparse como posible candidato.

O en el tema del . En campaña decía estar a favor de regresar a soldados y marinos a sus cuarteles en lugar de estar metidos en labores de seguridad pública. Cuando ganó el poder en 2018, de repente salió con el discurso de que las Fuerzas Armadas eran “pueblo uniformado” que habría que aprovechar para realizar todo tipo de actividades gubernamentales incluyendo su permanencia en la seguridad pública.

¿Estará la virtual Presidenta electa preocupada por los nuevos matices en el discurso de López Obrador sobre su retiro?

Obvio, ahorita no se va a enfrentar al Presidente ni va a decir algo que le incomode. Primero tiene que ponerse la banda presidencial para controlar formalmente los instrumentos de poder del Estado. Después ya podrá decidir qué hacer con el Líder Supremo de Morena. Por ejemplo, si llamarle por teléfono para escuchar su derecho a disentir o invitarle un café a Palacio Nacional cuando venga de visita a la Ciudad de México.

X: @leozuckermann

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