En México, nunca habíamos tenido un gobierno con el poder y la legitimidad para hacer una reforma fiscal como lo tendrá el de Claudia Sheinbaum.
En el siglo pasado, los priistas tenían el poder, pero no legitimidad democrática, por lo que no se atrevieron a cobrarle más impuestos a los ricos para distribuir ese dinero a los pobres. Por ser el primer presidente de oposición, Fox tuvo la legitimidad, pero no el poder para llevar a cabo una reforma redistributiva del ingreso, ya que la oposición tenía más votos en el Congreso que el partido gobernante.
Sheinbaum, en cambio, tendrá ambos elementos, y de sobra. Mayorías calificadas en ambas cámaras del Congreso y la legitimidad de haber ganado la Presidencia con 36 millones de votos, más de 60% del total.
El grupo gobernante se considera de “izquierda” y no hay mayor definición de un izquierdista como aquel que quiere una sociedad más justa donde los ricos paguen más impuestos para trasladárselos a los más pobres.
El problema es que, en México, no hemos tenido una izquierda verdadera en este tema. Han sido más bien neoliberales. Le han dado la vuelta a incrementar los impuestos. Así lo prometió López Obrador en sus campañas y, como Presidente, cumplió.
Cuando vino Claudia a Tercer Grado, se le preguntó si subiría los impuestos en caso de ganar. “En principio, no”, respondió. O sea, puede ser que sí, puede ser que no. No hubo un compromiso explícito hacia un lado o hacia el otro. Se entiende. Estaba en campaña y, aquí en México, ni la izquierda habla de incrementar los tributos a los ricos para dárselos a los pobres.
Eso sí, prometen una ampliación de los programas sociales y mejorar la seguridad, educación y salud públicas. Y ya sabemos que, estructuralmente, el Estado mexicano es muy débil en cuanto a recaudación fiscal. Somos de los países que menos recauda como proporción al tamaño de su economía. Viejo, viejísimo problema que ha quebrado varias veces las finanzas públicas.
Los estatistas quieren mayor participación del Estado en la economía y justicia social. Pero sus sueños chocan con la realidad de la falta de dinero público. Antes, por lo menos, existían los recursos de petróleo, que ya se acabaron. De hecho, la empresa petrolera cuesta cada vez más dinero para mantenerla a flote, porque está quebrada.
Claudia entrará, ella lo sabe, con un problema serio de finanzas públicas. Este año, el gobierno de AMLO se deschongó y llevó el déficit fiscal a casi seis puntos del PIB (acabará siendo más por la desaceleración de la economía).
El panorama es de vacas muy flacas.
O cortan el gasto público, o incrementan impuestos, o se endeudan más o la economía crece mucho para generar mayores ingresos al Estado. Puede ser una combinación de estos cuatro factores.
Creo que, con una mezcla inteligente, el gobierno de Sheinbaum puede capotear el reto que enfrenta en 2025 en materia de finanzas públicas. Aquí el asunto de fondo es que, por primera vez en muchísimo tiempo, vamos a tener un gobierno con poder y legitimidad para resolver el problema estructural del Estado, es decir, la escasez en la recaudación de impuestos. Ahora es cuando. El momento es ideal.
Claro que tendrá costos políticos un aumento de los tributos. ¿Y qué? Ahora no existe una oposición que pueda beneficiarse por esta decisión.
Además, se supone que Morena es de izquierda y tendría que defender la transferencia de recursos de los ricos a los pobres por la vía fiscal.
Tal y como está proponiendo, por ejemplo, el presidente Biden en Estados Unidos: incrementar la tasa del impuesto sobre la renta de las grandes corporaciones y de individuos que ganen más de 400 mil dólares al año. No obstante, Biden no tiene los votos en el Congreso para que le aprueben su propuesta.
Claudia los tendría de sobra.
La pregunta es si se atreverá a comenzar su sexenio con una medida tan audaz como hacer lo que ningún presidente se ha atrevido a realizar en el pasado.
Es ahora. Porque, de lo contrario, será en un momento de crisis fiscal. Así ha sido siempre en México, como cuando Zedillo incrementó el IVA de 10 a 15%. A los tecnócratas neoliberales les ha correspondido subir los tributos para solucionar los problemas que generan los estatistas neoliberales (por aquello de que no les gusta cobrar impuestos).
En lo personal, yo estoy en contra del incremento de impuestos. Mis convicciones, sin embargo, no importan en este debate. Lo relevante es que la izquierda, por fin, puede comportarse como verdadera izquierda. Tienen el poder y la legitimidad. Ya veremos si se atreven.
X: @leozuckermann