La en ha  sido históricamente un desafío persistente, condicionado por factores estructurales como la informalidad  laboral, las brechas regionales y la desigualdad en el  acceso a servicios básicos.  Sin embargo, en la última  década, las condiciones han  mejorado, al menos en lo  que respecta a la pobreza  por ingresos, impulsada por  un incremento en los ingresos laborales, pero también  sostenida por los programas  sociales y el sorprendente  aumento en las , que  se han consolidado como un  salvavidas para los miles de  familias receptoras. No obstante, en un entorno de económico débil, la  dependencia de estas transferencias puede volverse insostenible en el mediano y  largo plazo. 

Recientemente, el presentó su Informe de Pobreza  y Equidad en México, en  el que destaca que el país  ha logrado una importante reducción de la pobreza en los últimos años.  Específicamente, señala que entre 2018 y 2023,  México registró la mayor  

disminución de la pobreza en y el  Caribe, con una caída de alrededor del 7 por ciento,  atribuida principalmente  a mejoras en los mercados  laborales y a programas de  transferencias sociales. Sin  duda, las cifras respaldan  estos resultados, pero como  se ha señalado, dos variables  han jugado un papel determinante en la contención y  reducción de la pobreza: los  subsidios del gobierno y las  remesas enviadas por mexicanos que migraron preci samente por las condiciones  de pobreza y desempleo que  persisten en el país. 

El informe, basado en  cifras oficiales, subraya el  papel crucial que han desempeñado tanto los incrementos en los ingresos laborales como las políticas  sociales en la reducción de  la pobreza. Ciertamente,  los programas sociales han  logrado avances significativos, aún cuando existen  oportunidades para ampliar  su impacto fortaleciendo  su cobertura, eficiencia y  —añadimos— su sostenibilidad. En este contexto,  las transferencias gubernamentales se han consolidado  

como una fuente fundamental de ingreso para las familias más vulnerables. 

Una de las fuentes más  confiables para analizar la  evolución de las condiciones de pobreza en México  es la Encuesta Nacional de  Ingresos y Gastos de los Hogares (), elaborada por el INEGI cada dos  años. Por su cobertura y metodología, se ha convertido en el principal punto de  referencia para los análisis  del desaparecido Consejo  Nacional de Evaluación de la  Política de Social  (CONEVAL). Según esta  fuente, entre 2016 y 2022  (última encuesta disponible), los ingresos laborales  de los hogares ubicados en  los primeros tres deciles de  ingreso se incrementaron en  146 por ciento en términos  reales. La mejora salarial ha  sido significativa, si bien la  participación de esta fuente en el total de ingresos se  ha mantenido relativamente estable, alrededor del 55  por ciento. 

Las otras dos fuentes  mencionadas —remesas y  transferencias sociales—  muestran comportamientos aún más notables. En el mismo período, los ingresos  por remesas de los hogares  de los primeros tres deciles  crecieron un 181 por ciento  en términos reales. Esto no  sorprende si consideramos  que en 2016 México recibió 27 mil millones de dólares en remesas, cifra que  se elevó a 52 mil millones  en 2022, marcando un récord histórico. 

La importancia de las remesas no radica únicamente en su volumen, sino en  su efecto directo sobre el  ingreso disponible de los  hogares pobres, especialmente en regiones rurales o  marginadas. El CONEVAL,  en su análisis de pobreza  2022, advirtió que la ausencia de remesas habría  incrementado considerablemente la pobreza por ingresos. No obstante, es importante subrayar que esta  no es una fuente de ingreso formal ni producto de  una política pública; está  sujeta a múltiples factores  externos, como las medidas   migratorias del gobierno de  o la posible  imposición de impuestos a  las transferencias. 

El Banco Mundial también asigna un papel destacado a los programas sociales en la reducción de la  pobreza. Aunque existen  desde hace décadas, fue a  partir de 2018 cuando adquirieron mayor protagonismo, transformándose en  transferencias monetarias  directas a los beneficiarios.  Entre 2018 y 2024, el gasto  en subsidios aumentó un 27 por ciento en términos reales, alcanzando 1.1 billones  de pesos. 

De acuerdo con la ENIGH,  los ingresos por programas  gubernamentales para los  hogares en los primeros tres  deciles se incrementaron en  145 por ciento en términos  reales entre 2016 y 2022. 

El Banco Mundial recomienda rediseñar estos programas para ampliar su cobertura, pero también para hacerlos más progresivos, es decir, que beneficien en ma yor medida a quienes más lo  necesitan. 

Los apoyos gubernamentales deben ser temporales,  ya que no pueden mantener se indefinidamente sin comprometer la estabilidad fiscal. Se requiere crecimiento  económico sostenido, el cual  ha sido prácticamente nulo:  durante el sexenio anterior,  el ingreso per cápita tuvo un  crecimiento marginal. 

Finalmente, no debe olvidarse que la pobreza es  un fenómeno multidimensional. Dimensiones como  el acceso a la seguridad social, los servicios de salud,  la infraestructura sanitaria  y la han sido descuidadas, lo que ha provocado un aumento en la pobreza extrema por carencias  sociales. Aún queda mucho  por hacer si se desea combatir la pobreza de manera  real y sostenida. 

El autor es presidente de Consultores  Internacionales, S.C.® 

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