Una periodista preguntaba: ¿Por qué matan periodistas en México? Y su respuesta fue contundente: Porque pueden.

Las razones del asesinato de periodistas son múltiples.

Son un grupo vulnerable porque la prensa lleva más de un siglo de estar de rodillas ante el poder político y servirle como amanuense. Aquellos periodistas que “se salen del huacal” son una anomalía y muchos encuentran la muerte.

Los mecanismos de sometimiento de los medios de comunicación son variados incluyendo contratos de publicidad, concesiones para hacer negocio para dueños de medios y algunos llamados textoservidores, apelativo que se han ganado a pulso y el cochupo, o sobres con propinas para la perrada, como les dice cariñosamente un payaso periodista. Sin ser menos importante, el miedo y la autocensura, derivados de la mano dura contra los descarriados.
Han surgido medios electrónicos que circulan por internet, cuya influencia es marginal. Muchos siguen el juego de los tradicionales, y los anómalos intentan publicar visiones alternativas que impactan cuándo los oficializados los recuperan, elemento que limita el impacto, porque se atraviesa la lógica del poder del dinero para moderar las voces. Las redes sociales son limitadas aunque tienden a crecer.

Una periodista tenía agentes que investigaban políticos y luego les llevaban el expediente con el mensaje de que si no pagaban la historia sería publicada en un periódico de circulación nacional. Cuándo una de las agentes desapareció, la periodista se dijo perseguida.

Algunos periodistas creyeron que era fácil cambiar de cliente. Si el gobierno y los políticos pagaban por “protección”, o sea publicar cosas favorables o no publicar lo negativo, para algunos fue fácil pensar que podían venderle el mismo servicio a los criminales; a muchos les funcionó, el problema es que caminaron en la cuerda floja y algunos se caen. El precio que ponen los criminales cuándo alguien les queda mal es el asesinato y esos periodistas se equivocaron si creyeron que actuarían con impunidad e inmunidad con quién impone reglas del juego.

Cuesta trabajo saber quién es quién, cuál periodista es honesto y cuál corrupto, y para no cometer injusticias conviene meter en el cajón de los justos a los que no lo son para no arriesgar la memoria de los que fueron asesinados por decir lo que no se debe decir en un país donde priva la impunidad.

Lo más grave del caso es que no solamente los periodistas son asesinados. Entre las víctimas se encuentran activistas pro derechos humanos, ambientalistas, ciudadanos común y corrientes cuyas propiedades son apetecidas por criminales y otros intereses ocultos, esto lo documentamos en un artículo reciente escrito con Cervera y Botello (http://www.inegi.org.mx/rde/2017/05/01/mexico-territorializacion-de-los-homicidios-las-razones-de-la-violencia-en-el-norte-del-pais/) donde correlacionamos las concentraciones de homicidios con la existencia de recursos naturales, como agua y gas.

Para vergüenza nacional las mujeres engrosan la lista de infamias. Aunque no todas las asesinadas lo son por su sexo, no hay duda que los depredadores sexuales y violadores actúan a sus anchas, porque se puede.

No solamente socialmente se condena a las víctimas, ya sea porque toman, usan faldas cortas o cualquier otra estupidez manejada para los que tratan producir imbécilmente una explicación, sino que las autoridades ceden ante criterios machistas antes de actuar con energía. No falta el idiota que diga que una mujer desaparecida se fue con el novio, o que un descerebrado diga que las víctimas de violación vomiten sobre los perpetradores.
México vive una tragedia humanitaria y nadie está a salvo.

Los muertos desde las docena trágica del PAN alcanzan cientos de miles, muchos más son los desplazados, y el gobierno juega con las cifras para enredarse diciéndonos cuántos están desaparecidos.

Lo cierto es que nada hacen para buscar a los desaparecidos, mucho menos para actuar con energía para investigar los asesinatos, y las violaciones iguales que los demás crímenes que se cometen en el país se encuentran con una impunidad generalizada porque se puede.
En México sucede todo pero el gobierno no actúa, en gran medida por el maridaje entre los criminales y los políticos y porque la lógica del delito engrosó las filas del gobierno. Eso es lo que he denominado Crimen Autorizado. Sin embargo, cuando lo dijo el obispo Vera se le lanzaron a la yugular. En México se puede sospechar todo, se puede rumorar, pero hay que ser cuidadoso con mencionarlo abiertamente porque entonces los brazos de la impunidad se mueven para silenciar las voces incómodas.

No es cierto que la sociedad este dormida; está aplastada, espantada y el miedo se encarga de su silencio.

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