Vivimos una gran revolución tecnológica, algunos le llaman bajo la lógica de que la primera fue la del vapor y la hidroneumática, la segunda con la electricidad y la tercera con las computadoras y los datos. Esta cuarta etapa industrial se caracteriza por las fábricas inteligentes y la interconectividad de las cosas, los procesos, los robots y los algoritmos; apunta a ser una era de grandes oportunidades y también amenazas. Bajo criterios de efectividad y productividad desaparecerán empleos, las máquinas inteligentes pronto te servirán tu cerveza favorita en la barra de algún bar e incluso serán capaces de preguntarte cómo estuvo tu día y quizá darte un par de consejos.

Cada vez más habrá inteligencia artificial tomando decisiones por nosotros. Los para una adaptación hombre-robot ya han empezado, pero aún quedan enormes dudas sobre el futuro de una sociedad que gestiona su vida a través de pantallas y voces humanoides. Una odiosa prueba de esto son los sistemas de respuesta telefónica, particularmente de bancos y líneas aéreas, cuyo logro mayor es emular qué sentiríamos de ser náufragos solitarios en una isla desierta y de pronto escucháramos la voz de otra persona.

La oferta de bienes y servicios se adaptará de tal forma a los consumidores que estos dejarán su rol tradicional de compradores para ser también productores. La personalización de productos permite al cliente ser co-creador de la oferta. Un menor costo para atender órdenes especiales y una mayor flexibilidad y velocidad de respuesta para procesar y entregar los pedidos son parte del nuevo panorama de una economía donde los productos nunca están terminados sino en permanente proceso de evolución. Pensemos en tu teléfono inteligente, está muy lejos de ser un producto terminado. Aunque tengas la última generación, pronto quedará obsoleto, pero puedes personalizarlo. En este sentido hay una interesante conexión con la era de las cavernas.

Las sociedades primitivas que habitaron el planeta en cuevas eran consumidores-productores. Dos fotografías que tengo en el «estudio» me lo recuerdan. Representan objetos prehistóricos, de entre 8 a 12 mil años de antigüedad, elaborados por pobladores primitivos en el Sahara. Se trata de una piedra en tonos verdes que ha sido tallada y quizá fue usada como punta en una herramienta de golpeo. La otra imagen es la de un percutor, una piedra exquisitamente pulida, que sirve para hacer herramientas. Con una se hizo la otra, del mismo modo que hoy un sistema operativo de un teléfono inteligente permite que los usuarios desarrollen aplicaciones y participen en el crecimiento tecnológico colectivo. Las puntas de obsidiana eran objetos en constante modificación por los cavernícolas del mismo modo que hoy los programadores desarrollan nuevos y más completos algoritmos. Ese avance, como la creación del lenguaje, es de todos. Reflexiona conmigo el arqueólogo David Rettig: «En la prehistoria las creaciones son colectivas, obra de todos y de nadie. Con la separación del consumidor y productor también viene la noción del autor. La revolución 4.0 vuelve a juntar a consumidor y productor, no tiene un único creador. Como Wikipedia».

¿De qué forma esta revolución tecnológica redefinirá los límites de lo humano? Considerando los avances en la medicina ¿llegará el día en que así como hablamos de porcentajes en materia de contenido de origen en los productos, hablemos de porcentajes de sistemas exógenos dentro de un cuerpo para ser considerado humano? ¿Nos enamoraremos de un cyborg? ¿Habrá participación accionaria de robots y humanos en las empresas? ¿Quién tomará las decisiones o las mejores decisiones? ¿Llegará el día en que los gobernantes serán elegidos por un algoritmo? ¿Habrá vuelta atrás para considerar valioso lo que es hecho por la mano del hombre de la misma forma que hoy salivamos cuando vemos tortillas sobre un comal? ¿Qué haremos si las tortillas hechas «a mano» saben mejor si las hace un robot?

Éstas y muchas más preguntas son parte de los apasionantes retos que los avances científicos y tecnológicos plantean a la humanidad. Por lo pronto, ante Industria 4.0 habrá que valorar la creatividad, la empatía, la intuición y hasta el romanticismo. Territorios humanos, por ahora.

@eduardo_caccia

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