México es, en muchos sentidos, una puerta cerrada. Ese momento cuando el burócrata baja el cristal y coloca un letrero improvisado: «Pase a la siguiente ventanilla». Por décadas hemos retratado los trámites gubernamentales como un vía crucis sin lógica y con tintes de surrealismo; solo así se explica ese sello sorpresivo que le falta a tu oficio, la fotocopia que era por triplicado, el certificado que debe ser original, la excepción que puede darte el jefe del área, pero ya sale de vacaciones. ¿Qué pasa si en lugar de papeles se trata de la vida de un ser querido?

El video, propagado esta semana, es un testimonio brutal de lo que nos hemos convertido. Un hombre yace en el suelo a las puertas cerradas del IMSS, los familiares imploran, hincados, para que les abran. Un joven grita: «¡Señorita, sea humana, por favor!», «¡está vivo!», «¡allá hay un especialista!». Alguien detrás del cristal se acerca, parece un oficial de seguridad, así como llegó se retira. Un familiar intenta dar respiración de boca a boca ante la frialdad de los testigos que dan consejos como si se tratara de una llanta ponchada. El joven golpea, desesperado, las puertas de cristal, con su palma de la mano toca uno de los varios logotipos de la institución, esa águila protectora que con sus alas resguarda a la familia mexicana, ese seguro social que en estos momentos es una puerta cerrada, terca, obstinada en seguir las reglas más que en salvar vidas. «¡Tiene insuficiencia renal, no es Covid!», «¡Papá, papá, papá, no no no no, papá!», exclama el hijo, «¡Puta madre, pinche servicio ojete!», se desahoga una mujer.

Trascendió que se trataba del hospital Magdalena de las Salinas, del IMSS, que el hombre murió, que padecía insuficiencia renal, que sus familiares habían solicitado asistencia en cuatro unidades médicas en las que no fue admitido, que el IMSS ya se deslindó, que dijo que no es cierto que hubieran negado el servicio y que la persona ya había fallecido, que vendrá una investigación, que la va a intervenir. Hasta ahí la postal de terror.

Familia de medianoche es un documental, una introspectiva al mundo de las ambulancias privadas en la Ciudad de , en la que hay, dice la cinta, nada más 45 ambulancias de para atender a más de nueve millones de habitantes. Las ambulancias privadas cubren parte de este déficit. La nos muestra un entramado donde se compite por atender emergencias, se convenía con hospitales para llevar heridos o enfermos. Es una visión íntima de la familia Ochoa, que vive de la desgracia ajena, sin que podamos hacer un juicio moral contundente sobre sus acciones.

La vida para millones de mexicanos depende de un sistema de salud muy frágil. De ninguna manera quiero decir que estamos así por la autollamada Cuarta Transformación. Lo que sí debe puntualizarse es que hoy estamos peor que ayer, gracias a las malas decisiones en materia de salud del gobierno de López Obrador quien, en su afán de privilegiar fines políticos, ha arrasado hasta con lo que funcionaba bien y ha permitido que personajes de dudosa capacidad técnica tomen decisiones que afectan la salud de millones, a cambio de que le sean leales.

Estoy leyendo lo que debería convertirse en documental y transmitirse masivamente para que el pueblo bueno de México se entere, el libro Un daño irreparable: la criminal gestión de la pandemia en México, de la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie, jefa del Laboratorio de Genética Molecular de la Facultad de Odontología de la UNAM, doctora en Ciencias Médicas por Harvard, en cuya portada aparece el subsecretario , de quien la autora refiere «errores grotescos» que cometió en 2009 durante la epidemia de influenza, y cómo fue «congelado y apartado por enredar una y otra vez los números…». Citando a un exfuncionario (anónimo) de la SSA, la autora escribe sobre el hombre de quien dependen las acciones contra la pandemia en México: «López-Gatell confundía fallecimientos con infectados o sospechosos de estarlo, encontramos un desastre total en las cifras cuya recolección estaba a su cargo».

Mucho pesará en el juicio de la historia la forma en como el presidente López Obrador gestionó la pandemia, su obstinación por no corregir el rumbo, por no abrir la puerta a otras soluciones. Del desastre que ha sido la «estrategia» de vacunación, luego hablamos.

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