Como desde hace varios lustros, el Producto Interno Bruto () de crecía a un promedio de dos por ciento anual. Yo lo califiqué como “mediocre”. Sin embargo, López Obrador fue contundente: no es mediocre, es un “” de la económica porque, tomando en cuenta el crecimiento de la población, estábamos hablando de un incremento del PIB per cápita de cero. Remató con mucho ímpetu: “es un fracaso completo”. Y dilucidó: “Estoy convencido de que sin crecimiento, no hay empleos, no hay bienestar, no hay paz, no hay tranquilidad”.

Estoy hablando de la charla que tuvimos con López Obrador en Tercer Grado, a unos cuantos meses de convertirse en Presidente de México. Para él, dos por ciento de crecimiento económico del periodo neoliberal era un “fracaso completo”.

¿Qué decir, entonces, de una caída, en términos anualizados, de 18.9% durante el segundo trimestre de este año?

Me refiero a la estimación oportuna del Producto Interno Bruto que publicó la semana pasada el Instituto Nacional de Estadística y Geografía. De cumplirse esta proyección, sería el crecimiento económico más bajo de la de México desde que comenzó a medirse el PIB con precisión. Las crisis de los ochenta, de 1995 y 2009 palidecen frente a esta caída de dos dígitos.

Van a decir —ya lo están diciendo— que esto se debe a la crisis sanitaria por la pandemia del coronavirus. En palabras de AMLO, que íbamos bien hasta que nos cayó la epidemia. Falso. En realidad, la mexicana ya se estaba cayendo desde la “brillante” decisión, en octubre de 2018, de cancelar el nuevo aeropuerto en Texcoco. La economía nacional, entonces, se desacopló de la estadunidense. Mientras que el PIB de creció en 2.1 por ciento en 2019, el de México decreció en -0.3 por ciento. La verdad es que íbamos mal cuando todo se puso peor por la crisis del coronavirus.

Todos los países, incluyendo los emergentes de América Latina, implementaron una política fiscal agresiva para proteger a sus economías por el confinamiento del covid-19, salvo México. Aquí, el , en lugar de gastar más, se empeñó en seguir adelante con su política de austeridad gubernamental. El empecinamiento de López Obrador de no modificar su programa de gobierno profundizó más la caída del PIB. Un fracaso, no “completo” como dijo él del famoso 2 por ciento positivo, sino estrepitoso.

El derrumbe ha sido enorme. La economía mexicana tiene, en este momento, el mismo tamaño que tenía en 2010. Estamos hablando de un retroceso de diez años.

El lopezobradorismo prometió una Cuarta Transformación. Algo nuevo, esperanzador. Más crecimiento económico que generara más empleos, bienestar, paz y tranquilidad. Un incremento anual en promedio del cuatro por ciento durante el sexenio. No lo van a lograr. Por el contrario, si bien nos va, habrá un estancamiento. Con una recuperación rápida, al final del periodo de gobierno de Andrés Manuel López Obrador vamos a estar al mismo nivel que cuando empezó. Un sexenio perdido.

Pero corremos el riesgo de que la economía tarde más en recuperarse. Depende, en mucho, del propio gobierno, el cual debe ser más pragmático y flexible. Conseguir una reconciliación con el capital privado que, desde lo del aeropuerto de Texcoco, desconfía de AMLO. Hay que redefinir las prioridades. Dejar de echarle dinero bueno al malo en ese hoyo negro que es Pemex.

A López Obrador le gusta mucho criticar el pasado y vender un futuro mejor: ayer estábamos en el infierno del neoliberalismo, pero mañana estaremos en el cielo regenerador. Perfecto. Y en el presente, ¿qué hacemos? ¿Seguimos haciendo lo mismo por más que los resultados sean adversos? ¿No valdría la pena cambiar?

Parece que la apuesta del gobierno en materia económica es Estados Unidos. Nuestro vecino del norte, con la gran liquidez que está inyectando a su economía, nos salpicará y eventualmente saldremos adelante. Esto, efectivamente, puede ocurrir o no. Vamos a ser positivos y asumir que sí habrá goteo hacia el sur. ¿Alcanzará para revertir el actual fracaso estrepitoso en materia económica?

Estoy convencido de que no. México debe hacer su tarea. Atraer el interés de los inversionistas nacionales y extranjeros. Ver al futuro (por ejemplo, las energías renovables y limpias) y no al pasado (apostarle a las fósiles). Dejar de criticar a los gobiernos anteriores y concentrarse en dar mejores resultados. Eso es lo que, al final, legitimará o no a la supuesta Cuarta Transformación.

En materia económica, el Presidente debe reafirmar su correcta convicción de “que sin crecimiento, no hay empleos, no hay bienestar, no hay paz, no hay tranquilidad”.

Twitter: @leozuckermann

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