Sorprendente y misteriosa la decisión estadunidense de desistirse de sus acusaciones contra el General Cienfuegos y devolverlo a , dónde es altamente probable que nunca le pase algo. Incluso tal vez pueda escuchar el discurso de su sucesor el 20 de noviembre, ya que de manera insólita ha sido designado el actual secretario como orador. He escuchado tres explicaciones: dos posibles y una extravagante. Esta ultima —que todo esto es gracias a la decisión de López Obrador de no felicitar a Biden— es descartable y no merece mayor comentario.

Otra consiste en pensar que López Obrador, y/o el por su propia cuenta, por una vía u otra, advirtió a que si seguían por ese camino, se reduciría de manera dramática la cooperación de México en la guerra contra el narco, por lo menos en lo que tocaba al Ejército. Ante este chantaje, Trump, o sus colaboradores que se enfocaron en este asunto, habrían cedido. Es la explicación más probable, aunque me cuesta un poco de trabajo pensar que López Obrador, sumiso y aterrado ante Trump durante dos años y medio, de repente se envalentonara.

Ilustración: Patricio Betteo

La tercera explicación, que no está reñida con la segunda, es la que ofrecí el 24 de octubre pasado en una columna digital para CNN en español. Ahí escribí lo siguiente: “eso no significa que la detención en particular del General Cienfuegos en Los Ángeles hace unos días haya sido una decisión acertada por parte del presidente . Ya este último actuó de manera irresponsable… en materia migratoria… (pero) arrestar a un exsecretario de la Defensa rebasa por mucho la irresponsabilidad en materia migratoria… Si después de recibir la opinión de las decenas de expertos dentro del de Washington, se llegaba a la conclusión que era más importante proceder contra la máxima autoridad militar en México, rompiendo equilibrios duraderos, para castigar una supuesta complicidad con el narcotráfico, ni hablar… No fue el caso… parece que el llamado establishment de exterior no participo en la decisión de lanzar una investigación sobre Cienfuegos, ni de pedir una orden de aprehensión en su contra ni mucho menos de arrestarlo. Al contrario, las apariencias sugieren que todo se trato en el estrecho ámbito de la DEA, de algunos fiscales del Departamento de Justicia, sin injerencia alguna del Departamento de Estado, del Consejo de Seguridad Nacional, del Pentágono, o de Homeland Security… el establishment de política exterior norteamericano siempre pensó que los riesgos para la estabilidad mexicana superaban los beneficios de una efímera victoria contra la corrupción. Y siempre consideró que el interés primordial de Estados Unidos en México consistía en dicha estabilidad, no en la integridad o deshonestidad de sus militantes. Tenía razón el establishment, y se equivocan los fiscales de Eastern District de Nueva York”.

Poco a poco, en Washington se fueron enterando que los militares mexicanos estaban furiosos, que la cooperación peligraba, que López Obrador dependía de las Fuerzas Armadas para casi todo en su gobierno, y que las cosas se le estaban complicando. Sencillamente no valía la pena juzgar y encarcelar a un militar mexicano, por corrupto o cómplice del narco que fuera, ante un panorama de este tipo.

Las “consideraciones sensibles e importantes de política exterior” a las que se refiere el documento presentado por el Departamento de Justicia, y que “pesan más que el interés del gobierno de seguir adelante con el proceso” son justamente todas éstas. En el Manual de Justicia citado en el documento, se afirma explícitamente que “Pueden surgir situaciones  en las cuales razones sustantivas de seguridad nacional, de política exterior o semejantes puedan llevar al Departamento de Justicia a abandonar una investigación, a desistirse de un litigio, o de  descartar un caso”.

Si pensamos por un momento que en un juicio difícilmente se iba a poder evitar la divulgación de otros nombres, otras complicidades y otros secretos, razón de más para los pocos seres pensantes que aún permanecen en el gobierno de Trump para tirar la toalla. Igual ya se van.

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