Déjenme comenzar con una historia verdadera.
En las pasadas elecciones presidenciales de Estados Unidos se recontaron todos los votos en el estado de Georgia por la poca diferencia que existía entre Donald Trump y Joe Biden. A cargo del recuento estaba el secretario de Estado de esa entidad, Brad Raffensperger, militante del Partido Republicano.
Sin ningún pudor, con la rudeza que lo caracterizaba, el presidente de Estados Unidos, uno de los hombres más poderosos del planeta, levantó el teléfono y le marcó a Raffensperger para solicitarle que encontrara el número suficiente de votos para revertir el resultado de Georgia a su favor.
En una conversación que duró una hora, Trump le espetó al funcionario estatal todo tipo de teorías de conspiración. El otro aguantaba. El bully de la Casa Blanca lo amenazó con fincarle cargos penales. Pero el republicano Raffensperger no se amilanó y rechazó modificar los resultados electorales.
La democracia liberal depende de la fortaleza de sus instituciones. Fue gracias a éstas que se pudo dar la alternancia entre Trump y Biden en las pasadas elecciones, a pesar de que el presidente estadunidense quería alterar, a la mala, los resultados de las urnas. Pero también es cierto que dichas instituciones las conforman seres humanos de carne y hueso que pueden dejarse intimidar por diversas razones.
Por eso, se requieren de verdaderos paladines para la sobrevivencia de la democracia liberal. Gente, como Brad Raffensperger, comprometida con los valores de este régimen político y dispuestos a aplicar la ley a pesar de las presiones políticas. Son ellos los que hacen la diferencia.
Traigo a colación este tema a propósito de lo que está ocurriendo con el Instituto Nacional Electoral (INE) en México. Soy de los que piensan que esta organización es un ejemplo de construcción institucional que permitió la transición a la democracia liberal en nuestro país. En muchas ocasiones he criticado varias decisiones de este instituto desde que era el IFE. Pero no por eso creo que hay que desaparecerlo o exterminarlo, como dijo el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado.
Uno de los problemas del INE es que los partidos, en particular los de izquierda después de las elecciones presidenciales de 2006, han ido agregando más y más regulaciones extremas y estúpidas que tiene que aplicar. Cosas como ponerles una mordaza a los gobernantes durante las campañas electorales o sanciones excesivas como la negativa del registro de un candidato que no presente las cuentas de su precampaña.
Pero esa es la ley vigente. Ley, insisto, que se dieron los propios partidos políticos. Ley que están obligados los consejeros del INE a aplicar. Y, por eso, en el colmo del cinismo, los partidos que pusieron dichas regulaciones hoy presionan, amenazan e intimidan al árbitro.
Durante este sexenio hemos visto a varios funcionarios del Estado que, frente a las presiones del presidente López Obrador, dan su brazo a torcer e incluso se retiran de sus cargos. No ha sido, por fortuna, el caso de varios de los consejeros del INE.
Diario los atacan desde Palacio Nacional y en ambas cámaras del Congreso. En algunos medios afines al gobierno los injurian y caricaturizan. La bronca es en particular contra el consejero Ciro Murayama y el presidente Lorenzo Córdova. Nadie puede dudar de las capacidades en materia electoral de estos funcionarios. Además, son personas que se consideran de izquierda, pero del ala social demócrata que no tiene nada que ver con el nacionalismo revolucionario de AMLO o el oportunismo de Mario Delgado.
Los más cavernarios de la coalición gobernante, como Félix Salgado Macedonio, han llegado al extremo de amenazarlos con llevar un piquete a sus domicilios particulares. Ahora hay todo un movimiento en el Congreso para realizarles un juicio político.
Si estuviéramos en la Edad Media, los quemarían en leña verde por herejes. De haber podido, lo mismo hubiera hecho Trump con Raffensperger. Afortunadamente, en ese país se impuso el heroísmo de este pequeño funcionario local frente al bully de la Casa Blanca.
Yo, por lo pronto, aplaudo la labor de la mayoría del Consejo General del INE, que ha estado dispuesta a aplicar la ley a pesar de las amenazas. Son estos paladines de la democracia liberal los que podrían hacer la diferencia para evitar la concentración del poder en México. No está fácil aguantar tanto golpeteo desde la cúspide del Estado. Por eso, todo mi respeto y admiración a ellos.
Twitter: @leozuckermann