El lopezobradorismo no es de izquierda ni de centro ni de derecha. No es ni liberal ni conservador. Ni capitalista ni socialista. Ni socialdemócrata ni revolucionario. Ni neoliberal ni estatista. Ni democrático ni fascista. Es humanista mexicano.
Así lo propone el propio López Obrador. Como han pasado cuatro años de su gobierno y no encontraba un concepto para diferenciarse del neoliberalismo, el Presidente por fin encontró un modelo para definir a su gobierno: humanismo mexicano.
¿Qué es esto?
Dice AMLO: “No sólo por la frase atribuida al literato romano Julio Terencio, de que ‘nada humano nos es ajeno’, sino porque, nutriéndose de ideas universales, lo esencial de nuestro proyecto proviene de nuestra grandeza cultural milenaria y de nuestra excepcional y fecunda historia política”.
A continuación, gloso los principios del humanismo mexicano, de acuerdo al discurso que enunció el Presidente el domingo pasado:
*En lo político no se acepta el derrotismo.
*El progreso sin justicia se considera retroceso.
*Lo fundamental no es cuantitativo, sino cualitativo, es decir, la distribución equitativa del ingreso y de la riqueza.
*El fin último de un Estado es crear las condiciones para que la gente pueda vivir feliz y libre de miserias y temores.
*Es fundamental desterrar la corrupción y los privilegios para destinar todo lo obtenido y ahorrado en beneficio de las mayorías del pueblo y, de manera específica, en beneficio de los más pobres y marginados.
*Se debe otorgar preferencia a los pobres y humillados.
*Atender a los más pobres también sirve para contar con el apoyo de muchos cuando se busca transformar una realidad de opresión y alcanzar el ideal de vivir en una sociedad mejor, más justa, igualitaria y fraterna.
*Nada se logra sin amor al pueblo.
*El ejercicio del poder es puro y virtuoso cuando se pone al servicio de los demás.
En la elaboración de estos principios, el Presidente citó a Hidalgo, Madero, Flores Magón, Juárez y Cárdenas.
En lo personal, la propuesta de “humanismo mexicano” del Presidente me parece una chorrada.
Los dos términos se contradicen. El humanismo es una “doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos” (Diccionario de la Real Academia Española). Como teoría, viene de la Ilustración, donde se defendía la figura de un hombre único y abstracto con valores universales. Se trata, entonces, de una doctrina universalista. No puede haber, por tanto, un humanismo mexicano. El adjetivo nacionalista contradice al sustantivo universalista.
De aceptarlo, se abriría la posibilidad de un humanismo estadunidense diferente al mexicano. Otro coreano, uno del sur y otro del norte. Hasta naciones chicas como El Vaticano, Mónaco o San Marino tendrían su variante humanista.
En el humanismo saudita sería posible y legítimo la desigualdad del hombre y la mujer porque esos son sus valores nacionales.
Para Hannah Arendt, el humanismo político sólo sería posible en un mundo globalizado. El nacionalismo, en realidad, había pervertido la idea humanista. La nación, como concepto y organización política, inevitablemente había diferenciado a los humanos, unos de los otros. Incluso los pueblos con mayor delirio nacionalista llegaron a sentirse intrínsecamente superiores a los demás.
El Presidente se contradice cuando propone un humanismo de valores universales, cuya parte esencial proviene de un proyecto nacionalista de “grandeza cultural milenaria” y “excepcional y fecunda historia política”.
Los principios que enumeró AMLO el domingo son, en realidad, un refrito de frases que ha utilizado a lo largo de su carrera política. Hay, sin duda, un ideal de redistribución del ingreso y combate a la pobreza. Eso hace su proyecto más socialista que capitalista. Y no tiene nada de malo, salvo el rechazo a criterios cuantitativos en la acción gubernamental.
Para el Presidente es mejor no medir lo que está pasando porque lo importante es cualitativo. ¿Y quién define lo cualitativamente distintivo? ¿El Presidente?
A AMLO le disgustan los criterios cuantitativos porque, en todos, su gobierno sale reprobado. Mal en crecimiento del PIB, mal en redistribución del ingreso, mal en abatimiento de la pobreza, mal en persistencia de homicidios, mal en defunciones por la pandemia. Pero estas variables sólo les interesan a los odiados tecnócratas que no entienden la esencia del humanismo mexicano. En el México de AMLO, lo cualitativamente importante es la generosidad y honradez (dos buenos valores humanistas) de los pobres, como en una película de Ismael Rodríguez.
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