Hablar de la gobernabilidad es preguntarse por el orden de una sociedad, esa es la pregunta básica. Sólo a partir de la evidencia de un orden admitimos la existencia de una comunidad y, en todas partes donde hay comunidad y orden, en todas partes donde observamos organización social, nos encontramos frente a la acción y los resultados de la política.¿Por qué, en tiempos de globalización, triunfa y se expande la liberal, pero al mismo tiempo crece el desencanto ante las promesas incumplidas de la democracia? ¿Qué tan corrupta es la sociedad y sus políticos que en el mundo hay un desencanto? ¿Por qué tiene tan mala calidad educativa?

La globalización, que ha contribuido a la extensión de un sistema político más civilizado y previsible, no puede considerarse un proceso puramente negativo, como a veces hacemos los latinoamericanos.

Hoy día, la gobernabilidad refiere a algo mucho más profundo: el sentido de pertenencia del ciudadano a un país, que se refuerza en la medida en que éste es gobernado de manera responsable y beneficiosa para él. Sin embargo, en México existen grupos como la CNTE que siguen mirando hacia el pasado, mientras que naciones como China o Corea están apostando a tener una economía de la innovación.

¿Por qué tantos latinoamericanos están dispuestos a seguir modelos políticos que les ofrecen la distribución económica y por tanto la prosperidad y el desarrollo, aunque sea al costo de sacrificar sus libertades políticas, e incluso de arriesgar sus libertades económicas (como la libertad de trabajo y de empresa)? La respuesta es sencilla: porque, pese a las promesas que habían recibido, no obtuvieron prosperidad y desarrollo de las reformas realizadas durante las décadas anteriores en el continente.

Cuando se habla de gobernabilidad democrática, la cohesión social debe basarse en un sistema político potente y legítimo. Y sólo puede ser potente y legítimo si es representativo, si expresa la diversidad social y si resulta productivo en políticas públicas que equilibren bien el crecimiento de la economía con la apertura de oportunidades y la protección de los más débiles.

Ante el desencanto, el riesgo de que resurjan expresiones populistas de derecha o izquierda es un peligro latente. Por ejemplo, en México las acciones de la CNTE forman parte de la estrategia de desobediencia y desestabilización antisistémicas contra las reformas, al margen de las instituciones democráticas y de movilización en las calles, sin duda alguna lo que está ocurriendo es que se está condenando a millones de niños a seguir en la pobreza y sin un futuro alentador porque México necesita de calidad y que debe de ser el pilar fundamental para que el país tenga un mejor futuro económico.

La CNTE y otros grupos de violentos están en contra del armado de las instituciones que existe en el país. En consecuencia, pretenden, con acciones antidemocráticas, reprogramar la forma, el estilo y la naturaleza del gobierno.

Ya basta, la CNTE no puede poner en juego la educación de millones de niños por no querer aplicar la Reforma Educativa y mandar al diablo las instituciones; es un verdadero peligro para la democracia mexicana. La violencia ha servido, además, para preparar las protestas contra las demás reformas estructurales. Con la CNTE, el nuevo gobierno se juega el éxito de su gestión y el país, el futuro educativo. Ojalá no sea demasiado tarde para el país.

Los ciudadanos debemos exigir su aplicación porque es claro lo que busca la CNTE: desestabilizar a las instituciones e incluso sabotear las elecciones. En un país de instituciones es necesario aplicar la ley.

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