Una de las características de  es que, cuando se siente debilitado o amenazado, se radicaliza hacia la izquierda. Lo hemos visto a lo largo de su carrera .

El caso más conspicuo fue después de la elección de 2006. En lugar de aceptar los resultados, los desconoció, alegó un fraude que nunca probó y cerró varias avenidas de la capital por varias semanas. Incluso prometió que Felipe Calderón no tomaría posesión como presidente. A muchos les pareció esto como una locura. Pero la jugada le salió bien a López Obrador. Logró amalgamar a su base electoral más leal y, a partir de ese apoyo, construyó de nuevo su candidatura a la Presidencia en 2012 y 2018. No sólo eso, su radicalización hacia la izquierda lo convirtió en el opositor nato, y muy eficaz, de los gobiernos de Calderón y Peña.

Este año, como dice Héctor Aguilar CamínAndrés Manuel López Obrador “ha perdido su toque”. Su reacción frente al movimiento de las víctimas de la y las feministas le han restado popularidad. A eso hay que sumar su lenta y terca respuesta frente a la pandemia del coronavirus.

El Presidente lleva meses a la defensiva. No logra imponer la agenda pública. Incluso, a ratos, se le observa hasta paranoico. Algunas encuestas ya registran un mayor número de mexicanos que lo desaprueba de los que lo aprueban. En el modelo Poll of Polls de oraculus.mx, su aprobación ha caído de 81% en febrero de 2019 a 58% en marzo de 2020, una disminución de 23 puntos porcentuales.

En la medida en que la pandemia del coronavirus explote, como ha ocurrido en otras latitudes, y la mexicana, ante la falta de apoyos gubernamentales, colapse (J.P. Morgan ya anticipa una caída de 7% del Producto Interno Bruto de en este año), la popularidad del Presidente seguirá en picada.

¿Qué hará López Obrador cuando esto suceda?

Como los toros, irá a su querencia natural: a refugiarse en su base de izquierda más intensa que, desde años, lo adora y respeta. Creo que ya lo está haciendo.

En días recientes, el Presidente le ha subido el tono a su enfrentamiento con los empresarios. Los estigmatiza a diario: que son corruptos, que algunos no pagan impuestos, que a otros se les condonan, que no son solidarios, etcétera.

La puntilla ocurrió la semana pasada cuando, en otra de sus consultas populares patito, decidió remover los permisos de para una nueva planta cervecera en Mexicali: una inversión de mil 400 millones de dólares, de los cuales ya se habían erogado 900 millones.

¿Cómo es posible una decisión así que, en tiempos normales, sería una barbaridad y, en los actuales tiempos de crisis económica por el coronavirus, es una locura?

Una posible respuesta es que Andrés Manuel, frente a lo que viene, ya se está radicalizando. Le está dando más juego a los miembros de su gabinete que están más ideologizados hacia la izquierda.

Por ejemplo, el secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Víctor Manuel Toledo. El martes pasado, el funcionario escribió un editorial en La Jornada (dónde si no), titulado “¿Cambiará el COVID-19 la visión del mundo?” Cito el último de sus pensamientos que “irremediablemente” lo lleva “a identificar otro virus mortal que existe en nuestra propia especie: el 1 por ciento que destruye el delicado equilibrio del planeta, los 500 corporativos, bancos y magnates que lista la revista Fortune. Contra ellos será la próxima guerra. La pregunta que da título a este texto es incontestable. De lo que sí estamos seguros es que hoy más ciudadanos están de nuestro lado. Y que el mundo ya no será el mismo”.

Nótese la analogía entre los grandes empresarios con un virus mortal y la guerra que se avecina contra ellos. Esto piensa nada menos que un miembro del gabinete presidencial.

Son marxistas-leninistas –y tienen todo el derecho a serlo– que piensan que, entre peor le vaya al país, mejor para la Revolución. En su lenguaje, “se agudizan las contradicciones” y el sistema capitalista colapsa.

Quizá eso explique por qué el Presidente no quiere, a diferencia de otros gobiernos, apoyar a las empresas para la dura crisis económica que se avecina por el coronavirus.

Mejor que quiebren y despidan a los empleados. Esto incrementará el enojo de la clase trabajadora con los capitalistas. A la postre, los revolucionarios (en este caso, la Cuarta Transformación) aprovecharán este enojo para derrocar al sistema. La guerra, como dice el secretario Toledo, será contra ellos: los grandes capitalistas que son un virus a erradicar.

 

Twitter: @leozuckermann

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