Ya nos anda por volver a la escuela. Regresar a ese espacio social donde dejamos querencias de un día para otro. Cerrarlas era la manera más eficaz de reducir la movilidad de las personas en el país y contener al bicho.

No ha sido fácil. Ni lo será. Eusebio solía decir: “prever es difícil, sobre todo si se trata del futuro”. Son muy riesgosas las previsiones de las autoridades educativas cuando indican cierto día o condición para el retorno: no sabemos cómo viene la cosa, y además al sistema educativo nacional, rejego, le da por no respetar los límites de la división política y administrativa.

Imagino en una oficina a un grupo de funcionarios educativos con el mapa de y sus entidades federativas en el escritorio: la “representación geográfica de la Tierra, o de parte de ella, sobre una superficie plana, de acuerdo con una escala.”

Los límites de una entidad devienen de procesos complejos que a lo largo de la han dado ese resultado. El mapa está iluminado. Cada estado tiene un color que corresponde a su semáforo epidemiológico.

Se ha dicho que si está en verde, adelante con el retorno presencial, y si en amarillo es factible pero con más restricciones. El problema es que están viendo un país aplanado, sin orografía, condiciones demográficas, sociales y escolares diversas. Y con variaciones significativas por estados en su interior. El color del semáforo estatal resulta de un promedio del comportamiento de la pandemia en esa demarcación artificial, cuya tendencia en la cantidad de casos y decesos resulta de comportamientos variados en sus territorios. Como se ha dicho, no estamos frente a una epidemia sino ante muchas con ritmos peculiares que pueden sintetizarse en una escala de observación nacional o estatal, sí, pero al desglosar por estados nos queda pendiente tomar en cuenta las tendencias en disímiles zonas y circunstancias.

Las escuelas se ubican en contextos , de tal manera que no se puede afirmar que el color del estado equis, sea el que corresponde a una región escolar específica. Puede pintarse de verde Chiapas cuando Tuxtla está en naranja fuerte, y Chitaltic, ejido del municipio de Yajalón, en verde intenso. Al llegar a la línea que separa a Chiapas con Tabasco, por el norte, ese contexto verde donde están ubicadas algunas escuelas chiapanecas puede ser el mismo, mientras Tabasco está en rojo, por ejemplo.

Se requiere un mapa educativo más complejo, que observe con cuidado los miles de municipios (a su vez, distintos en su composición) y trace regiones escolares que, por similitud, puedan tener un tratamiento diferenciado para volver a modalidades presenciales aunque brinquen las demarcaciones. Incluso, hay tipos de escuelas más propicias al retorno por las pautas de movilidad que implica arribar a los planteles, sus condiciones de higiene, espacios abiertos y la residencia, edad y composición de los integrantes del hogar del alumnado, los docentes y quienes trabajan en ellas. Son muchos factores.

Otra vez el dilema: ¿decisiones centralistas, con base en indicadores agregados, o la consulta a quienes saben: las y los maestros, las familias y el conjunto de aprendices? Será mejor generar proyectos adecuados a la pluralidad, revisados por la autoridad sanitaria y educativa. Control o confianza. Nos urge regresar, pero lo es más reconocer que la mejor manera de hacerlo es con base en diseños desde abajo, a partir de las realidades desiguales que el sistema contiene. ¿Más trabajo? Sí. Nada más que imprescindible.

mgil@colmex.mx

@ManuelGilAnton

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