«La indiferencia se caracteriza por herir sin
tomar prisioneros, dañar sin haber lanzado
piedras y malograr cualquier intención».

Anónimo

La semana pasada un paciente me preguntó si nos encontrábamos en una quinta ola de la pandemia en nuestro país; le contesté que sí. Su siguiente pregunta fue: ¿Y por qué nadie dice nada? La respuesta es sencilla: es la quinta ola, pero también es la de la indiferencia.

La fatiga pandémica no solo alcanzó a la sociedad, desde hace meses la autoridad federal y la sanitaria se olvidaron de su existencia, prefirieron meterla en un cajón del pasado, en uno de esos archivos congelados, en una bodega donde no moleste a la vista.

Está claro que la pandemia ha sido una pesadilla para todos, pero para nuestro siempre fue una piedra que incomodaba todos los planes que deberían haber tomado un segundo plano ante la emergencia sanitaria. Cuando llega un paciente a pedir tu ayuda, no puedes voltear a otro lado y decirle, estoy remodelando mi consultorio, regrese en tres años; para ese entonces, la enfermedad ya desapareció o el paciente ya dejó de existir.

En el discurso sanitario lo más urgente siempre fue el que ya no hubiera pandemia cuando debió haber sido cómo enfrentarla. El problema de más grande en la de nuestro país fue visto como un estorbo, el resultado es la mayor tragedia en salud en nuestro . Los números no mienten, estamos en los primeros 5 lugares en: mortalidad total, mortalidad en trabajadores de la salud, mortalidad gestacional y orfandad.

En este mayo y lo que va de junio, el repunte en nuevos casos por es evidente, afortunadamente el número de hospitalizados y la mortalidad es baja, pero esto no es el resultado de una mejor estrategia contra la enfermedad, esto ocurre por la alta inmunidad por enfermedad previa y por el número de vacunados, esto a pesar de la gran dificultad que ha enfrentado la sociedad para lograr vacunarse. Increíble ver cómo se pudo habilitar todo tipo de centros de vacunación cuando había millones de dosis de la vacuna Astra-Zeneca por caducar, pero las filas enormes y los tiempos de espera de más de 3 horas volvieron a ser la constante en la vacunación de 12 a 18 años a las dos semanas de la «apertura» por necesidad.

La mortalidad es menor, pero podría ser mínima si contáramos con los medicamentos antivirales que fueron «aprobados» por Cofepris hace ya más de 4 meses, pero solo para que disminuyera la crítica, se tenga acceso a privilegiados por la propia autoridad sanitaria y crezca el mercado negro de estos fármacos. Cuando en otros sitios tanto paxlovid como molnupiravir son administrados en forma gratuita o con un costo que no sobrepasa los 200 pesos, en México no se consiguen o se arriesga el paciente a comprarlos a precios mayores de 50,000 pesos, siendo las fórmulas genéricas fabricadas en Asia.

La vacunación de niños entre 5 y 12 años, que es prácticamente universal en países en desarrollo y el primer mundo, sigue siendo una de esas inexplicables políticas de salud que solo ha puesto a millones de niños mexicanos en riesgo. Los niños también enferman, también sufren secuelas, presentan en algunos casos complicaciones severas y desafortunadamente algunos fallecen. En lo inverosímil del caso, niños con en mano simplemente no son vacunados, parecería que a toda solución, la autoridad sanitaria le encuentra un problema.

La quinta ola llega con la indiferencia de quienes debieron cuidar la salud y no lo hicieron, con una sociedad harta de oír que esto no se acaba, porque también ha escuchado cientos de veces que ya se acabó, cuando la enfermedad no desaparece por decreto, por campaña electoral o por cansancio.

Estamos en una quinta ola, con contagios al alza, con trabajadores de la salud cansados y frustrados por los ataques de quienes deberían de habernos protegido; una ola que afecta a los más vulnerables en salud, a los que menos atención médica reciben y que puede provocar aumento de hospitalizaciones y fallecimientos en la niñez mexicana. Además de no conocer aún las consecuencias a largo plazo de niños que enfermaron sin estar vacunados.

Cuidémonos como sociedad para seguir protegiendo a nuestras familias, nuestros hijos, nuestros nietos. Sigamos pidiendo que se vacune a este grupo de edad, porque la indiferencia también mata.

El autor es Médico Internista e Infectólogo de México. @DrPacoMoreno1

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