Los desastres meteorológicos son fenómenos naturales que causan daños materiales y humanos en diferentes partes del mundo. Algunos ejemplos de desastres meteorológicos son las tormentas, los huracanes, las inundaciones, las sequías, los incendios forestales y las olas de calor. Estos eventos pueden tener consecuencias graves para la salud, la seguridad, la economía y el medio ambiente de las personas y las comunidades afectadas.

En los últimos años, se ha observado un aumento de la frecuencia e intensidad de los desastres meteorológicos en el mundo, lo que se relaciona con el cambio climático provocado por la actividad humana. Según el Atlas de Mortalidad y Pérdidas Económicas por Fenómenos Meteorológicos, Climáticos e Hídricos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), entre 1970 y 2019, estos peligros naturales representaron el 50% de todos los desastres, el 45% de todas las muertes reportadas y el 74% de todas las pérdidas económicas reportadas. Más del 91% de las muertes se produjeron en países en desarrollo.

Los diez desastres meteorológicos más costosos en todo el mundo del año 2020 registraron daños asegurados por valor de 150 mil millones de , superando la cifra de 2019 y reflejando un impacto a largo plazo del calentamiento global. Entre los desastres meteorológicos que más impactaron en el mundo en los últimos años nos encontramos con las graves inundaciones en Europa en 2021, que causaron la muerte de más de 120 personas y cientos desaparecieron; el Tifón Nina en en 1975, que causó la muerte de más de 230.000 personas y dejó a millones de personas sin hogar; la ola de calor en la Columbia Británica en 2021, que provocó más de 500 muertes súbitas y récords históricos de temperatura; la sequía en África Oriental en 2011-2012, que afectó a más de 13 millones de personas y causó hambruna e inseguridad alimentaria; y los incendios forestales en Australia en 2019-2020, que quemaron más de 18 millones de hectáreas y mataron a más de mil millones de animales.

Los desastres meteorológicos suponen un gran reto para la humanidad y requieren una acción urgente para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, fortalecer los sistemas de alerta temprana y mejorar la gestión del riesgo. También es necesario aumentar la resiliencia de las comunidades vulnerables y apoyar su recuperación tras los desastres. Solo así podremos hacer frente al cambio climático y proteger nuestro planeta.

El informe más reciente de UNICEF analiza las consecuencias de los fenómenos climáticos extremos para la infancia a nivel global. Según la estimación de la organización de las Naciones Unidas, entre 2016 y 2021, los desastres relacionados con el clima causaron el desplazamiento interno de 43,1 millones de niños y niñas en 44 países, lo que supone una media de 20.000 desplazamientos diarios de menores.

Este documento examina los meteorológicos que causan la mayor parte de los desplazamientos forzados de población: las tormentas, las inundaciones, las sequías y los incendios forestales. Estos riesgos suponen más del 99% del total de los desplazamientos vinculados al clima que el Observatorio de Desplazamiento Interno (IDMC) ha registrado desde el año 2016.

Según se expone en el informe, los riesgos asociados a los desplazamientos de los niños son elevados y no deben ser ignorados, toda vez que, en situaciones de emergencia, los niños y niñas pueden perder el contacto con sus padres o cuidadores. Esto incrementa la probabilidad de que sufran situaciones de explotación, trata y abuso. Los desplazamientos también pueden dificultar el acceso a la y la atención sanitaria, lo que pone en peligro la nutrición, la salud y la inmunización adecuadas de los menores.

Según el Índice de riesgo climático de la infancia, se estima que hay millones de niños que sufren una alta exposición a diversos fenómenos meteorológicos extremos. Entre ellos, se destacan los siguientes: 240 millones de niños que viven en zonas costeras propensas a las inundaciones, 330 millones de niños que habitan en áreas cercanas a ríos que pueden desbordarse y 400 millones de niños que residen en regiones vulnerables a los ciclones. Estos datos evidencian la urgencia de adoptar medidas de mitigación y adaptación al cambio climático para proteger los derechos y el bienestar de la infancia.

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