Mucho se ha criticado la actuación del gobierno mexicano frente a las amenazas de . De repente se han multiplicado los expertos en relaciones internaciones con algo que nunca habíamos tenido enfrente, es decir, un Presidente de que no sólo es un bully sino la quintaesencia del bullshit. Créame: está dificilísimo negociar con alguien así porque nunca se sabe qué esperar. El mismo día, el señor puede decir una cosa y horas después lo contrario. Es más, puede afirmar dos cosas contradictorias en el mismo discurso. “Los mexicanos son violadores y asesinos” y luego “amo a los mexicanos”. ¿En qué quedamos?

Lo vimos la semana pasada con la visita a de Rex Tillerson, secretario de Estado, y John Kelly, secretario de Seguridad Interior. Mientras los dos trataban de llevar la fiesta en paz con México asegurando que no habría deportaciones masivas de migrantes indocumentados ni se utilizaría a los militares en esta labor, Trump sostenía exactamente lo contrario. ¿A quién creerle? ¿Al jefe o a los subordinados?

A los hechos.

A ésos son a los que hay que creerles porque Tillerson, Kelly y el vocero Sean Spicer pueden decir una cosa y Trump otra, que a las palabras, al final, se las lleva el viento. A propósito o no, unos pueden estar hablando para quedar bien con ciertas audiencias y otros con otras. Los secretarios para calmar a los mexicanos, el Presidente para excitar a su base electoral.

Vayamos, entonces, a los hechos. Juzguemos al gobierno de Trump por sus acciones, no por su inigualable capacidad de producir bullshit. En el tema migratorio, el gobierno estadunidense expidió nuevas directrices que le dan gran poder a los agentes migratorios para detener a quien se les pegue la gana. Prácticamente ya no tienen límites de lo que pueden hacer. Trump ha empoderado a estos agentes y le ha solicitado a los policías locales su apoyo en esta tarea. Terrible, porque muchos de estos policías son una bola de racistas que alegremente se encargarán de “cazar” indocumentados.

Además, el gobierno trumpista derogó la política de “detener y liberar”. Antes, los indocumentado podían llevar a cabo su proceso de eventual deportación en libertad. Ahora los mantendrán encarcelados. Por eso están felices los operadores de cárceles privadas en EU, de los principales donadores de recursos a la campaña de Trump, quienes han visto subir los precios de sus acciones.

En suma, en los hechos, la política migratoria en EU se ha endurecido. Todavía no vemos deportaciones masivas ni el uso de las Fuerzas Armadas en esta labor. Pero el miedo se ha incrementado entre los indocumentados. Muchos van a trabajar y luego se esconden en sus hogares. Una vida miserable.

En cuanto al ignominioso muro, el gobierno de Trump ya está solicitando diseños para comenzar a construirlo aunque el Congreso todavía no aprueba los fondos para financiarlo. Y de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pues el Presidente no ha notificado al Congreso su intención de hacerlo y los alcances de lo que piensa cambiar, tal y como la marca la ley. Las negociaciones comenzarían tres meses después del aviso de Trump al Legislativo. Hasta ahora, no hay nada. El Congreso ni siquiera ha aprobado los nombramientos de su secretario de Comercio y el representante comercial de la Casa Blanca.

Esos son los hechos. Lo demás es palabrería. Más bien bullshit. En 2005, Harry G. Frankfurt publicó un fantástico libro sobre este fenómeno. Lo recuerdo bien porque sus argumentos nos vinieron como anillo al dedo para analizar la actuación de López Obrador en el conflicto postelectoral de 2006. Para el filósofo de la Universidad de Princeton, es diferente la mentira que el bullshit. El mentiroso sabe que está faltando a la verdad mientras que al bullshitero le vale un pepino la verdad: lo que le importa es inventar narrativas con el fin de manipular a la gente combinando verdades, medias verdades y mentiras. Al comunicar realidades alternativas, el bullshitero resulta más peligroso que el mentiroso. Su desdén por la verdad es total. En la industria de los bienes inmuebles abundan los bullshiteros que venden maravillosos condominios en una maqueta que luego no corresponden a la realidad. Pues bien, a la Presidencia de EU llegó uno de los más grandes exponentes contemporáneos del bullshit. Eso es lo que tiene que enfrentar nuestro gobierno. No está nada fácil. Hay que comenzar reaccionando frente a los hechos dejando a un lado el bullshit que tanto le gusta a Trump para echarlo adonde debe estar: en el excusado.

Twitter: @leozuckermann

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