Para agregar uno más a la sarta de lugares comunes que se dijeron en la noche del domingo sobre las elecciones, convengamos que existen varias maneras de ver los resultados, según cómo le fue a cada quien en la feria. A diferencia de otras elecciones —2018, por ejemplo— donde hubo un claro ganador, y varios claros perdedores, ayer hubo algo para todos.

En gubernaturas, para mi sorpresa y la de muchos, Morena casi logra carro completo, el PRI se desfonda, y el PAN pierde un poco y retiene un poco. Los tres estados icónicos —Sonora, Michoacán y Guerrero— se los lleva Morena por amplio margen, mucho mayor de lo que muchas encuestas sugerían; gana Campeche, a pesar de los mejores esfuerzos del PRI, y salva Tlaxcala y Zacatecas donde en algún momento peligró.

En la Cámara de Diputados, la cosa se complica, ya que Morena pierde diputados, necesita al Verde y al PT para superar los 251 votos, y ya no controla, como partido único mayoritario, una serie de instancias legales importantes. Depender del Verde y del PT para aprobar el presupuesto u otras leyes secundarias va a resultar caro, desordenado y desfachatado, y cada vez más conforme se acerque el 2024.

En una parte de la Ciudad de y la zona aledaña del Estado de México, el PAN arrasa, y las ondas expansivas se harán sentir, con el paso de los días, en buena parte del país. Lo mismo sucederá de manera regional, al perder Morena en varias de las principales zonas metropolitanas de la República: Guadalajara, Monterrey, León, Puebla, Mérida, Hermosillo. Tiene razón López Obrador: la capital es la ciudad mejor informada, más politizada y de mayor nivel educativo de todo el país, e influye en el país como ninguna otra localidad. Además, la derrota morenista y de la jefa de Gobierno vuelve a embrollar las cartas en la sucesión presidencial: es muy difícil perder tu feudo, y ganar la presidencia.

Pero la lección que prefiero llevarme —obvio: es agua para mi molino— es simple. Empezando por López Obrador, muchos actores y observadores, nacionales y extranjeros, de las elecciones de ayer vieron en ellas un referéndum sobre su gestión. Pues si eso fueron, López Obrador y el gobierno perdieron el referéndum.

Ilustración: Patricio Betteo

Con más de 95 % de las actas contabilizadas en el PREP, descontando a los tres partidos chicos que perdieron su registro, y los votos nulos, los resultados en porcentaje a nivel nacional son muy claros. Morena, Verde y PT obtienen 47.5 % del . PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano (que no fue parte de la coalición, pero sí de la oposición hasta nueva orden) alcanzan 52.5 % del voto total. Es casi la inversa exacta del resultado de 2018: 53 %, los otros presidenciables, 47 %. En términos de votos, aun tomando en cuenta la menor participación, el lopezobradorismo pasa de 30 millones de votos a 21 millones y pico: 33 % menos.

Es todo menos un mandato para reformas importantes, mucho menos para un “cambio de régimen”, una “cuarta transformación” o una “revolución pacífica”. López Obrador va a actuar —no tengo la menor duda— como si lo fuera. No lo es.

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