Ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que me han hecho esta pregunta. Siempre he contestado que no lo creo. No sólo porque Andrés Manuel López Obrador lo ha negado mil y una veces sino porque conoce la mexicana y sabe que la reelección es una terrible losa para el legado de cualquier Presidente. No obstante, el tema regresa continuamente: ¿resistirá López Obrador el canto de la sirenas de la reelección?

Hay colegas que no tienen dudas al respecto. Están convencidos de que, desde ahora, está preparando el terreno para su reelección. Uno de ellos es Pablo Hiriart. La semana pasada, en un artículo muy elocuente, lo argumentó tomando en cuenta lo que están haciendo varios de sus colaboradores cercanos: “Batres se quiere reelegir. Muñoz Ledo se quiere reelegir. Polevnsky se quiere reelegir. Bonilla se quiere reelegir (y sin pasar por las urnas)”.

“¿No lo vemos?”, se pregunta Pablo. La verdad me hizo pensarlo. Pero, una cosa es que varios lopezobradoristas se rehúsen a soltar el poder, y otra es que el propio López Obrador vaya a querer permanecer en la presidencia cuando se acabe su sexenio. ¿Por qué estaría tentado a modificar la no reelección presidencial, una de las reglas más enraizadas de la posrevolucionaria mexicana?

La respuesta más obvia es porque así es el poder. A los que lo tienen, les choca perderlo. Vieja historia. El asunto es particularmente duro en las democracias liberales. De un día para otro, los gobernantes literalmente regresan a ser ciudadanos. De estar en la cumbre, súbitamente bajan a la llanura. Es durísimo. Muchos no están preparados. En su nueva condición de pueblo llano, se aburren y hasta se deprimen.

En este sentido, es difícil visualizar a López Obrador entregando la banda presidencial el primero de octubre de 2024 y retirándose a su rancho de nombre muy sugerente para este tema. El tabasqueño lleva toda su vida, 24 por siete, dedicada a la política. Ha sido el político más conspicuo de toda una generación. ¿Puede alguien así retirarse de la actividad que tanto adora?

Él dice que sí. Ha firmado un documento comprometiéndose a no reelegirse. Una y otra vez, indica que no es un “ambicioso vulgar”. Quizá. Pero la historia demuestra lo difícil de no aguantar la tentación de quedarse en el poder.

Para empezar, los gobernantes están rodeados de barberos que todo el tiempo les andan diciendo lo grandiosos que son. Muchos llegan a creérselo. Caen en uno de los peores pecados capitales: la soberbia. El amor desordenado del bien propio por encima de otros bienes superiores, como diría Tomás de Aquino.

A eso hay que sumar que el actual grupo gobernante se tardó mucho en llegar al poder. Tuvieron que sortear muchos obstáculos. Es común, en estas circunstancias, que luego no quieran soltar el poder. Es la mentalidad del “qué duro estuvo, pero llegamos, nos toca y nadie nos va a sacar de aquí”.

Esto puede ser por un asunto muy mundano de no soltar el hueso o por una verdadera convicción ideológica. Lo segundo suele ser más peligroso porque existe la percepción de que están ahí para cumplir una misión histórica: cambiar al país. Sin embargo, es prácticamente imposible hacerlo en seis años. Se requiere mucho más tiempo. Por tanto, mejor quedarse en el poder para asegurar la consecución del “Proyecto” (así, con mayúsculas). Es el caso actual del grupo gobernante. ¿Y quién mejor que López Obrador para lograr la regeneración nacional?

Más aún, el Presidente es el cemento que mantiene unido a una extraña y variopinta coalición política-electoral. Sin él, Morena muy probablemente se dividiría perdiendo su fuerza actual. Nadie, en este sentido, puede sustituirlo. Ninguno de los posibles presidenciables (EbrardSheinbaumMonrealClouthier) tiene el tamaño para mantener la amalgama morenista. Huelga decir que el propio López Obrador es el que, de alguna manera, tolera las divisiones grupales y no permite que ninguno de sus adláteres crezca por encima de él.

Así que el Presidente sí podría caer en la tentación de reelegirse por soberbia, convicción ideológica y/o para mantener la amplia coalición política. Yo sigo pensando, sin embargo, que no lo hará. Una alternativa a la reelección podría ser el Maximato. Me refiero al periodo entre 1928 y 1934 cuando había un presidente, pero el poder en realidad lo tenía el gran jefe político del país, Plutarco Elías Calles. En fin, especulaciones aparte, la pregunta es si Andrés Manuel López Obrador dejará el poder el 1 de octubre de 2024 como todo demócrata liberal.

Twitter: @leozuckermann

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